By: Richard Dawkins
Alocución en ocasión del nombramiento como Humanista del Año (1996) por la Asociación Americana de Humanismo.

(Traducción de Rolón Ríos)

Están de moda los pensamientos apocalípticos sobre los peligros que se ciernen sobre la humanidad debidos al SIDA, la “enfermedad de las vacas locas”, y otros. Pienso que podemos argüir lo mismo sobre la fe, uno de los grandes males del mundo, comparable al virus de la viruela, pero aún más difícil de erradicar.

La fe, aquellas creencias que no se basan en evidencias, es el principal vicio de toda religión. ¿Y quién, después de ojear la Irlanda del Norte o el Oriente Medio, puede estar seguro de que el virus mental de la fe no es extremadamente peligroso? Una de las historias que oirá el joven Musulmán que se suicida con sus bombas, cuenta que el martirio es el camino mas rápido al paraíso – y no cualquier paraíso – si no un apartado especial donde será cabalmente recompensado por 72 novias vírgenes. Se me ocurre que nuestra mejor esperanza será proveernos de una clase de “control espiritual de armas”: enviar en teólogos expresamente entrenados la devaluación de la actual tasa de vírgenes.

Señalados los peligros de la fe – y considerando los méritos de la razón y la observación, en la actividad que denominamos ciencia – encuentro irónico que, doquiera que doy una conferencia, siempre haya alguien que avanza y dice: “Por cierto, su ciencia es una religión como la nuestra. ¿Fundamentalmente, la ciencia deviene en religión, no es así?”

Bien, la ciencia no es religión, y no deviene en fe. Si bien la ciencia tiene algunas de las virtudes de la religión, por cierto no tiene sus vicios. La ciencia se basa en la evidencia verificable. La fe religiosa no sólo carece de evidencia, es independiente de ella, y hace de este hecho su orgullo y alegría. ¿Por qué otra razón critican los cristianos al dubitativo Tomás? Los otros apóstoles se nos muestran como ejemplos de virtud por causa de su fe: Esta era suficiente. Tomás, por otra parte, solicitaba evidencias. Quizás debiera ser él, El Santo Patrón de los científicos.

Una razón por la que recibo el comentario de que la ciencia es una religión tiene que ver con el hecho de la evolución. Incluso creo en ella con apasionada convicción. Para algunos, esto puede parecerse superficialmente a la fe. Pero las evidencias que hacen que yo crea en la evolución no son solamente abrumadamente fuertes, están libremente disponibles a quienquiera que se tome el trabajo de estudiarlas. Cualquier persona puede estudiar las mismas evidencias que yo estudié, y presumiblemente llegará a las mismas conclusiones. Pero si Ud., tiene una creencia, y esta está basada solamente en la fe, ya no puedo examinar sus razones. Ud. puede replegarse tras las murallas privadas de esa fe, donde no puedo alcanzarlo.

En la práctica, por supuesto, hay científicos que individualmente caen algunas veces en los vicios de la fe, algunos creerán tan obtusamente en una teoría favorita que ocasionalmente falsificaran la evidencia. Sin embargo, el hecho de que esto ocurra algunas veces, no altera el principio, de que cuando se hace esto, se hace con vergüenza y no con orgullo. El método científico está diseñado de manera que usualmente detecta estos engaños en el proceso de sus búsquedas.

La ciencia es en la actualidad una de las disciplinas mas honestas y morales del mundo – ello porque la ciencia se colapsaría si no se adhiere escrupulosamente a la honestidad en el reporte de la evidencia. (Como señalara James Randi, esta es una de las razones por la que los científicos son frecuentemente engañados por embaucadores de lo paranormal, y porque el rol de traer estos engaños a la realidad es mejor ejecutado por los magos profesionales; los científicos no anticipan tan bien la deshonestidad deliberada). Existen muchas otras profesiones (por no mencionar a los abogados específicamente), en las que la falsificación de la evidencia, o cuando menos su distorsión, son la razón de ser de ellas mismas, por ello precisamente se paga al entendido, y en ello se basa su prestigio profesional.

La ciencia, entonces, está libre del principal vicio de la religión, la fe. Pero como señalara, la ciencia tiene algunas de sus virtudes. La religión aspira a dotar a sus seguidores de varios beneficios – entre ellos, explicaciones, consuelo y elevación. La ciencia también tiene algo que ofrecer en estas áreas.

Los humanos tenemos verdadera hambre de explicación. Esta puede ser una de las razones principales de porqué la religión es un fenómeno universal, ya que las religiones aspiran a dar explicaciones. Emergemos a la conciencia individual en un universo misterioso, ansiando entenderlo. Muchas religiones ofrecen una cosmología y una biología, una teoría de la vida, una teoría de los orígenes y de las razones de la existencia. Al hacer esto, demuestran que la religión, en cierto sentido, es ciencia; solo que es ciencia desacertada. No caigáis en el argumento de que la religión y la ciencia operan en dimensiones separadas, y que conciernen a aspectos totalmente diferentes. Las religiones históricamente han intentado responder a preguntas que conciernen apropiadamente a la ciencia. Por ello, no se debe permitir que las religiones se replieguen del terreno en que tradicionalmente intentaron luchar. Ofrecen tanto una cosmología como una biología, que en ambos casos es sin embargo falsa.

El consuelo es algo que la ciencia difícilmente puede dar. A diferencia de la religión, la ciencia no puede ofrecer al desolado la gloriosa reunión con sus amados en la otra vida. Aquellos agraviados en esta tierra no pueden, desde un punto de vista científico, anticipar el castigo de sus atormentadores en una vida por venir. Se puede argüir que si la idea de una vida después de la muerte es una ilusión (como yo creo), el consuelo que ofrece es vacío. Pero ello no es necesariamente así: una falsa creencia puede ser tan reconfortante como una verdadera, provisto que el creyente no descubra nunca su falsedad. Pero si el consuelo emerge tan barato, la ciencia puede ponerse con otros paliativos igualmente baratos, como las drogas que mitigan el dolor, y cuyo confort puede o no ser ilusorio, pero que funcionan.

En la elevación, es sin embargo donde la ciencia viene a lo suyo. Todas las grandes religiones tienen su lugar para el sobrecogimiento, el éxtasis que transporta ante la maravilla y la belleza de la creación. Es exactamente este sentimiento que nos recorre el espinazo, este asombrarse que corta la respiración – esta casi adoración – este llenarse el pecho con el maravillarse extático, que la ciencia moderna puede proveer. Y realiza ello mas allá de los más salvajes sueños del santo o de los embelesos místicos. El hecho de que lo sobrenatural no tenga cabida en nuestras explicaciones, en nuestro entender sobre tantas y tantas cosas del universo y de la vida, no disminuye el asombro. Muy al contrario, el mero atisbo a través de un microscopio, del cerebro de una hormiga; o por medio del telescopio, de antiquísimas galaxias con billones de mundos, es suficiente para interpretar pausadamente y pueblerinamente los mismísimos salmos del elogio.

Ahora, como dijera, cuando se me dice que la ciencia, o una parte particular de ella, como la teoría de la evolución, es sólo una religión como cualquier otra, usualmente niego esta aseveración con indignación. Pero empiezo a barruntar si no será esto una táctica equivocada. Quizás la táctica correcta es aceptar la aseveración con gratitud y demandar entonces un tiempo para la ciencia en las clases de religión. Cuanto más pienso en ello, mas me convenzo de que se puede hacer de esta posición un excelente caso, por lo que deseo hablar un poco más sobre la educación religiosa y el lugar que la ciencia podría jugar en ella.

Siento profundamente las maneras en que los niños son educados. No estoy muy familiarizado con la forma en que ocurren las cosas acá en los Estados Unidos, y lo que diga tiene mayor relevancia para el Reino Unido, donde el estado, legalmente obliga a la instrucción religiosa de todo niño. Esto es inconstitucional en los Estados Unidos, pero presumo que los niños en todo caso no reciben si no la instrucción religiosa que sus padres creen adecuada.

Ello me lleva al punto relativo al abuso mental de los niños. En un número de 1995 del Independiente, uno de los periódicos líderes de Londres, había una fotografía bastante tierna y emotiva. Era tiempo de Navidad, el cuadro mostraba a tres niños disfrazados de Reyes Magos representando la Natividad. La historia que acompañaba al artículo describía a un niño como Hindú, otro era Musulmán, y el otro Cristiano. Supuestamente, el punto enternecedor de la historia era que todos ellos participaban de la Navidad.

Lo que no es dulce ni enternecedor es saber que dichos niños tenían cuatro años. ¿Puede Ud. describir a un niño de esta edad como Musulmán, Cristiano, Hindú o Judío? ¿Hablaría Ud. de un niño de cuatro años como economista – monetarista? ¿Calificaría a un niño de cuatro años de neoaislacionista o de Republicano liberal? Hay opiniones acerca del cosmos y el mundo que los niños, una vez crecidos, presumiblemente podrán evaluar por si mismos. La Religión es un campo en nuestra cultura en él que se acepta de manera absoluta y sin cuestionamientos – incluso sin advertir lo bizarro del asunto – que los padres tienen total y absoluta autoridad en decidir lo que sus hijos serán, que opiniones deberán tener sus hijos sobre el cosmos, sobre la vida, sobre la existencia. ¿Pueden ver lo que intento decir al hablar de abuso mental a los niños?

Viendo ahora hacia los varios aspectos que la educación religiosa debiera lograr, una de sus metas podría ser la de alentar a que los niños reflexionen sobre las profundas preguntas de la existencia, el invitarlos a elevarse por sobre las monótonas preocupaciones de la vida cotidiana y pensar sub specie aeternitatis.

La ciencia puede ofrecer una visión de la vida y el universo que, como ya remarcara, a mas de humillada inspiración poética, supera con mucho a las muchas y mutuamente contradictorias fes y decepciona las tradiciones recientes de las religiones del mundo.

Por ejemplo, ¿cómo podrían los niños de las clases de religión no ser inspirados si les proporcionamos un atisbo acerca de la edad del universo? Supongamos que, en el momento de la muerte de Cristo, esta noticia fuera radiada al Universo, a la máxima velocidad posible. ¿A qué distancia habrá viajado esta terrible nueva hasta este momento? Siguiendo la teoría de la relatividad especial, la respuesta es que esta noticia no puede, bajo ninguna circunstancia, haber alcanzado mas allá de una cincuentava parte de su viaje a través de nuestra galaxia – ni un milésima parte de su viaje a la galaxia más cercana de una de 100 millones de galaxias conocidas. Este universo inmenso que no es posiblemente otra cosa que indiferente a la muerte de Cristo, su nacimiento, su pasión, y su muerte. Incluso la noticia de la aparición de vida en este planeta habría viajado solo a través del pequeño grupo local de galaxias. Sin embargo este evento es tan antiguo, en nuestra escala terrena de tiempo, que sí representamos su longitud por nuestros brazos abiertos, toda la historia humana, toda su cultura, serían un grano de polvo en la punta de nuestros dedos.

El argumento del diseño, una parte importante de la historia de la religión, no puede ser ignorado en mis clases de educación religiosa. Demás decirlo, se pedirá a los niños que vean las fascinantes maravillas de los reinos vivientes y que consideren el Darwinismo al lado del creacionismo, como alternativas, y elaboren sus propios criterios. Pienso que los niños no tendrían mayor dificultad en seguir la senda correcta, provisto que se les provean las evidencias del caso. Lo que me preocupa no es la cuestión del tiempo equivalente al estudio de la ciencia y de la religión, si no que, y hasta donde puedo ver, los niños del Reino Unido y de los Estado Unidos no disponen esencialmente de tiempo alguno para conocer los aspectos de la evolución, pero ya se les instruye en el creacionismo (sea en colegio, en la iglesia o en casa).

Sería también interesante enseñar mas de una teoría sobre la creación. La dominante en nuestra cultura se basa en el mito Judío, el cual tiene sus orígenes en el mito creacionista Babilónico. Existen, por supuesto, montones de otros mitos, a los que quizás habría que dedicar igual tiempo (salvo que ello posiblemente ya no nos daría tiempo para estudiar ninguna otra cosa). Entiendo que hay Hindúes que creen que el mundo fue creado a partir de una mantequillera cósmica y poblaciones Nigerianas que creen que el mundo fue creado por Dios con excremento de hormigas. Seguro que estas historias tienen tanto derecho de tener un tiempo de estudio similar al del mito Judeocristiano de Adán y Eva.

Suficiente para el Génesis, pasemos a los profetas. El cometa Halley retorna ineluctablemente en el año 2062. Las profecías tanto Bíblicas como Délficas no aspiran a semejante exactitud; los astrólogos y Nostradámicos no osarían cometer por sí mismos estos pronósticos factuales, si no mas bien, camuflar su charlatanería con el manto ahumado de la ambigüedad. Cuando aparecían los cometas en el pasado, eran usualmente tomados por portentos de desastres. La astrología ha jugado un papel importante en varias tradiciones religiosas, incluido el hinduismo. Los tres reyes magos que mencionara antes se dice que fueron guiados a Jesús por una estrella. Podríamos preguntar a los niños por cual ruta física se imaginan que la alegada influencia estelar puede viajar de manera que pueda influir en los asuntos humanos.

Yo me tomo la astrología muy en serio por cierto. Pienso que es profundamente perniciosa porque mina nuestra racionalidad, por lo que me gustaría ver campañas en su contra.

Cuando la clase de religión se torne hacia la ética, no creo que la ciencia tuviera mucho que decir, por lo que la reemplazaría por la filosofía moral racional. ¿Piensan los niños que existen normas absolutas del bien y del mal? Si es así, ¿de dónde provienen? Pueden construir buenos principios de lo que es correcto o equivocado, como “has como quisieras que te hicieran” o “el mayor bien para el mayor número” (lo que fuera que ello quiera significar)? Es una pregunta recompensadora, cualquiera que sea su moral particular, el preguntar a un evolucionista de donde proviene la moral, por que vías el cerebro humano ha ganado su tendencia a tener ética y moral, a sentir lo bueno y lo malo?

¿Debemos valorar la vida humana por encima de otras vidas? ¿Existe una rígida pared en torno a la especie homo sapiens, o debemos hablar sobre si existen otras especies que merecen nuestras humanísticas simpatías? Debemos, por ejemplo, seguir los postulados de los derechos a la vida, que totalmente preocupados por el valor de la vida humana, valoran la vida de un feto humano con las facultades de un gusano por sobre la vida de un ser pensante y con sentimientos como un chimpancé? ¿Cuál es la base del muro que hemos erigido en torno a nuestra especie – incluso alrededor de una pequeña pieza de tejido fetal? ¿Cuándo, en nuestro origen evolutivo desde nuestro ancestro común con los chimpancés, se erigió súbitamente este muro?

Bien, moviéndonos de las morales a la escatología, sabemos por la segunda ley de la termodinámica que toda complejidad, toda vida, toda risa, toda pena, está condenada al final a la fría nada. Ellos, y nosotros, no somos sino rizos temporales del resbalón universal hacia los abismos de la uniformidad.

Sabemos que el universo se expande y que probablemente se expanda por siempre, también es posible que se contraiga nuevamente. Sabemos que sea lo que le pase al Universo, nuestro sol nos engullirá dentro de unos 60 millones de centurias.

El mismísimo tiempo empezó en un determinado momento, y el tiempo terminará en un cierto momento – o puede que no. El tiempo puede terminar localmente en unos implosiones locales llamadas agujeros negros. Las leyes del universo parecen ser las mismas en todo lugar del mismo. ¿Por qué? ¿Cambiarán las leyes en estas implosiones? Para ser verdaderamente especulativos, podrá el tiempo emerger nuevamente bajo un conjunto diferente de leyes?; ¿con otras constantes físicas? Incluso se ha sugerido que puedan existir otros universos, unos totalmente aislados de los otros, por lo que para uno de ellos, los otros no existen. Existirían selecciones Darwinianas en tales universos?

La ciencia puede entonces dar una buena cuenta de sí misma en la educación religiosa, pero no sería suficiente. Creo que la familiaridad con la Biblia es importante para cualquiera que pretenda entender las alusiones que aparecen en la literatura inglesa. La Biblia dispone de 58 páginas en el diccionario Oxford de citas. Sólo Shakespeare tiene más. Pienso que no tener ninguna educación bíblica en esta situación sería desafortunado. Los niños desean leer la literatura inglesa y entender la procedencia de muchas frases como “toda carne es pasto”, “la carrera no es para el ligero”, “llorar en el desierto”, “cosechar ciclones”, “ciego en Gaza”, “confortadores de Job”, ó “la viuda negra”.

Retornemos ahora hacia el cargo de que la ciencia es solo fe. La versión más extrema de este cargo – y una que encuentro tanto como científico cuanto como racionalista – es la acusación de fanatismo y sectarismo en los científicos, tanto como el que se encuentra en la gente religiosa. Algunas veces puede haber un poco de justicia en estas acusaciones, pero como fanáticos y sectarios, los científicos son simples amateurs del juego. Nos agrada argüir con aquellos que nos disienten. No los matamos.

Pero me gustaría negar el cargo menor, relativo al fanatismo puramente verbal. Hay una gran, pero grande diferencia entre sentir fuertemente, y aún apasionadamente lo que nos parecen verdades aprendidas desde, y examinadas por medio de la evidencia, a sentir lo mismo porque se nos reveló internamente, o se reveló internamente a algún otro en la historia, y consagró por la tradición. Hay toda la diferencia del mundo, entre creer lo que uno esta preparado para defender citando evidencias y utilizando la lógica, y creer lo que no se sustenta más que en la tradición, la autoridad, o la revelación.

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