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Albert Einstein: El Creyente
Albert Einstein (1879-1955) es, muy probablemente, el científico más famoso del siglo XX, particularmente destacado por formular la Teoría de la Relatividad (1905), el efecto fotoeléctrico y otras contribuciones a la física moderna respecto a la concepción del tiempo, la gravedad, y la conversión de la materia en energía (E=mc²).
El también Premio Nobel de la Física (1921) es uno de los científicos que ayudó a sentar las bases para el estudio de la física cuántica o moderna, junto a otras figuras también prominentes como Max Planck, Werner Heisenberg, Erwin Schrödinger, Arthur H. Compton, Robert Millikan, entre otros.
Introducción: El debate sobre su religión
La posición religiosa de Einstein ha sido debatida durante décadas y ha habido tanto ateos como religiosos que han reclamado al físico como parte de su bando. Hace ya varios años, por ejemplo, un popular libro biográfico publicado en 1998, por el Einstein Archive, afirmaba en su prefacio que Einstein era un “ateo de toda la vida”. Sin embargo, la evidencia de investigaciones académicas y exhaustivos trabajos compilatorios desmitificarían tajantemente tal afirmación, exponiéndola como una vil mentira.
Debido a que Einstein gozó de gran fama en vida y era consciente de su popularidad, él mismo habló en sobradas ocasiones sobre su creencia en Dios y su forma de percibir a la religión. Estudios, libros y documentos han sido dedicados al tema y claramente han destacado que Albert Einstein repetidamente afirmó creer en Dios. En este tratado, nos enfocaremos en aquellas citas que exponen a Einstein como un creyente intelectual.
1.“Soy, de hecho, religioso”
Comenzaremos refiriendo una conversación que tuvo lugar en el invierno de 1927, en una reunión en la casa del editor Samuel Fischer. Esta plática (documentada en Einstein: His Life and Universe (2007), por Walter Isaacson, p. 384), ocurrió en Berlín, en una tarde en la que Einstein, de entonces 48 años, estaba junto a su esposa en una cena en la que uno de los invitados expresó su creencia en la astrología.
Einstein ridiculizó la astrología tachándola como una mera superstición, a lo cual, Alfred Kerr (un ateo acérrimo) decidió intervenir diciendo que creer en Dios también era una “superstición.” Luego de hacer una pausa, Kerr, que había leído lo que los diarios decían del científico, le dijo a Einstein: “He oído que se supone que usted es profundamente religioso”, a lo cual, el ya premio Nobel de Física le contestó:
“Sí, puede decirlo así. Intente penetrar con nuestros medios limitados a los secretos de la naturaleza y encontrará que, detrás de todas las concatenaciones perceptibles, queda algo sutil, intangible e inexplicable. La veneración a esta fuerza que está más allá de lo que podemos comprender es mi religión. En ese sentido soy, de hecho, religioso” (Einstein, citado en The Diary of a Cosmopolitan (1971), de HG Kessler, p.157 Londres: Weidenfeld & Nicolson).
Conforme el paso de los años, el asunto fue abriéndose espacio entre las pláticas de Einstein. Por ejemplo, en abril de 1921, durante su primera visita a la Universidad de Princeton, Einstein haría el comentario de que “Dios puede ser sutil, pero no es malicioso” (Raffiniert ist der Herrgott, aber boshaft ist er nicht; (cit. en Calaprice, 2005:112; Clark, 1973: Ch. 14).
Asimismo, en un artículo de la Revista del New York Times, el 9 de noviembre de 1930, Einstein se refirió a su sistema de creencias espirituales como una religión de carácter “cósmico” cuya inspiración se originaba “en muchos de los Salmos de David y en algunos de los profetas” de la Biblia Hebrea (Véase la edición del New York Times Magazine).
2. La parábola de la biblioteca
En una entrevista más publicada en 1930 en el libro “Glimpses of the Great, Einstein”, el historiador G. S. Viereck comenta que le preguntó al físico si en realidad creía en Dios o no, a lo cual, Einstein respondió comparando a Dios con un Bibliotecario Universal:
“No soy ateo y no pienso que pueda decir que soy panteísta. El problema en cuestión es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. ¿No puedo responder con una parábola?
La mente humana, no importa cuán altamente capacitada esté, no puede comprender el universo. Estamos en la posición de un niño pequeño, entrando en una enorme biblioteca cuyas paredes están cubiertas hasta el techo de libros en muchos idiomas diferentes. El niño sabe que alguien debió haber escrito esos libros. No sabe quién ni cómo. No entiende los idiomas en los que están escritos. El niño observa un plan definido en la organización de los libros, un orden misterioso, el cual, no se comprende; un orden misterioso que no entiende pero apenas sospecha sutilmente.
Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, incluso de la más grande y la más culta, hacia Dios. Vemos un universo maravillosamente organizado, obedeciendo ciertas leyes, pero solo entendemos las leyes vagamente. Nuestras mentes limitadas no pueden escrutar la fuerza misteriosa que balancea las constelaciones” (Cit. en Viereck, George Sylvester. “Glimpses of the Great”. Duckworth, 1930. p. 372-373.; También citado en Einstein: His Life and Universe por Walter Isaacson, p. 386).
3. “No hay leyes sin un Legislador”
En 1943, en una conversación subsecuente con William Hermanns, se le preguntó al físico: “¿Cómo concibes a Dios?”, a lo cual, Einstein respondió:
“Dios es un misterio, pero un misterio comprensible. No tengo nada sino admiración cuando observo las leyes de la naturaleza. No hay leyes sin un Legislador” (cit. en William Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man (1983), p. 106).
4. “La religión y la ciencia van de la mano”
Einstein fue uno de los científicos más prominentes del siglo en rechazar la idea de que hubiera un conflicto entre la ciencia y la religión, pues sostenía que la religión era de alguna manera necesaria para la supervivencia de la ciencia (Calaprice, 2005:91). Una de sus famosas frases sobre la complementariedad y relación entre ciencia y religión usa una metáfora para hacer notar que, en su opinión, la una sin la otra estaría incapacitada:
“Los representantes de la ciencia a menudo han tratado de llegar a juicios fundamentales con respecto a los valores y los fines en función del método científico, y de esta manera se han puesto en la oposición a la religión. Estos conflictos han surgido de errores fatales… A pesar de que los dominios de la religión y de la ciencia en sí mismos están claramente delimitados entre sí, sin embargo, existen entre los dos fuertes relaciones y dependencias recíprocas. Aunque la religión puede ser la que determine el objetivo, tiene, sin embargo, aprendido de la ciencia, en el sentido más amplio, lo que significa contribuir a la consecución de objetivos a los que se ha configurado.
Pero la ciencia sólo puede ser creada por aquellos que están imbuidos a fondo con la aspiración hacia la verdad y el entendimiento. Esta fuente de sentimientos, no obstante, surge desde la esfera de la religión. A esto también pertenece la fe en la posibilidad de que las regulaciones válidas para el mundo de la existencia son de carácter racional, es decir, comprensibles para la razón. No puedo concebir un científico genuino sin una fe profunda. La situación puede ser expresada por una imagen: La ciencia sin la religión está lisiada, la religión sin la ciencia está ciega”. (Fragmento tomado de Science, Philosophy and Religion, A Symposium, publicado por the Conference on Science, Philosophy and Religion in Their Relation to the Democratic Way of Life, Inc., New York (1941); republicado más tarde por el propio Einstein en su libro Out of My Later Years (1950), p. 24)
Einstein habló más detalladamente sobre lo que concebía como esta relación de interdependencia en su artículo “Religión y Ciencia: ¿Irreconciliables?” de 1948:
“La ciencia, en lo inmediato, produce conocimiento e, indirectamente, medios de acción. Esto lleva a la acción metódica si las metas definidas se establecen de antemano. Pera la función de establecer objetivos y aprobar declaraciones de valor trasciende su dominio. Si bien es cierto que la ciencia, en la medida de la comprensión de sus conexiones causales, puede llegar a conclusiones importantes sobre la compatibilidad e incompatibilidad de objetivos y evaluaciones, las definiciones independientes y fundamentales sobre las metas y los valores se mantienen fuera del alcance de la ciencia.
En cuanto a la religión, por otra parte, se está de acuerdo en que se trata de objetivos y evaluaciones y, en general, con la base emocional del pensamiento humano y de la acción, por lo que éstas no están predeterminadas por la disposición hereditaria inalterable de las especies humanas. La religión tiene que ver con la actitud del hombre hacia la naturaleza en general, con el establecimiento de ideales para el individuo y para la comunidad, y con la relación humana mutua” (Religion and Science: Irreconcilable?, 1948; citado en The Christian Register (Junio de 1948); republicado por el propio Einstein en su libro Ideas and Opinions, 1954).
Einstein consideraba que los ideales que la religión intenta alcanzar ejercen una influencia educativa y eran apropiados “para influir en la evaluación y la acción [de la ciencia] en la línea con los ideales aceptados”. En sus palabras:
“La religión y la ciencia van de la mano. Como he dicho antes, la ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia es ciega. Estas son interdependientes y tienen un objetivo común: la búsqueda de la verdad” (Einstein Third Conversation (1948), cit. en Hermanns, 1983; Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man; p. 94).
En la misma conversación sostuvo que era “absurdo cuando los científicos dicen que no hay Dios”, porque “el verdadero científico tiene fe” (un dicho que asimila las palabras del Salmo 14:1: “El necio ha dicho en su corazón: no hay Dios.”)
Einstein creía incluso que la búsqueda científica resultaba en la evocación de sentimientos religiosos:
“Cualquiera que está seriamente ocupado en la búsqueda de la ciencia se convence de que un Espíritu se manifiesta en las leyes del Universo: un Espíritu sumamente Superior al del hombre, y uno ante el cuál nosotros con nuestras modestas facultades nos debemos sentir humildes. De esta forma, la búsqueda de la ciencia lleva a un sentimiento religioso de un tipo especial, que es de hecho bastante diferente de la religiosidad de alguien más ingenuo” (24 de enero de 1936, en una carta a uno de sus alumnos llamado Phyllis Wright; cit. en Einstein y la religión: Física y Teología (1999), de Max Jammer, p. 92-93).
En una carta de 1948, Albert Einstein comentaba:
“Sin religión no hay caridad. El alma dada a cada uno de nosotros se mueve por el mismo Espíritu viviente que se mueve en el universo” (1948 – Idem, p. 94).
5. “Mi concepción de Dios”
En su libro “Ideas y opiniones”, escribió:
“Una convicción similar al sentimiento religioso de la racionalidad o la inteligibilidad del mundo está detrás de todo trabajo científico de un orden superior…
Esta convicción, una creencia ligada con profundo sentimiento en una Mente Superior que se revela a Sí mismo en el mundo de la experiencia, representa mi concepción de Dios” (Einstein, Ideas& Opinions, p. 255).
Einstein creía que Dios sostiene todo alcance del universo y que Su inteligencia estaría más allá de la limitada comprensión humana; por lo cual escribió:
“Mi religión consiste en una humilde admiración del Espíritu infinitamente Superior que se revela a Sí mismo en los pequeños detalles que somos capaces de percibir con nuestras mentes frágiles y débiles. Esa convicción profundamente emocional de la presencia de un Poder Superior racional que es revelado en el universo incomprensible forma mi idea de Dios” (Einstein 1936, citado en Dukas and Hoffmann 1979, 66; también en The Private Albert Einstein (1992) por Peter A. Bucky & Allen G. Weakland, p. 86; Einstein, 1979:66).
6. Los límites de la ciencia
Para Einstein, la sola ciencia era incapaz de explicar toda la existencia, por un número de razones distintas (entre ellas, la causalidad):
“Cuando el número de factores que entran en juego en un complejo fenomenológico es demasiado grande, el método científico en la mayoría de los casos nos falla. Uno solo necesita pensar en el clima, en el que la predicción incluso para unos días siguientes es imposible. No obstante nadie duda que nos enfrentamos a una conexión causal cuyos componentes causales en su mayoría son conocidos por nosotros. Las ocurrencias en este dominio van más allá del alcance de la predicción exacta debido a la variedad de factores en funcionamiento, no a causa de la falta de orden en la naturaleza”
(1941; Science, Philosophy and Religion, A Symposium, published by the Conference on Science, Philosophy and Religion in Their Relation to the Democratic Way of Life, Inc., New York).
Otra de las razones era la imposibilidad de la ciencia a darle dirección y sentido al destino humano, pues según Einstein:
“El método científico no puede enseñar nada más allá de cómo los hechos están relacionados y condicionadas entre sí… el conocimiento de «lo que es» no abre la puerta directamente a lo que «debería ser». Uno puede tener el conocimiento más claro y completo de lo que es, y sin embargo, no ser capaz de deducir lo que debería ser el objetivo de nuestras aspiraciones humanas. El conocimiento objetivo nos ofrece instrumentos poderosos para los logros de algunos fines, pero el propio objetivo final y el anhelo de llegar a él debe venir de otra fuente… Aquí nos enfrentamos, por lo tanto, a los límites de la concepción puramente racional de nuestra existencia” (Einstein; “Out Of My Later Years”; Wing Books, Random House; copyright 1956, written in 1950, revised in 1956; pp. 20-21).
7. El mundo espiritual
Einstein era firme creyente en el mundo espiritual, por lo cual, también rechazó el materialismo como ideología y la idea de que la experiencia sensorial lo es todo, al igual que otros creyentes intelectuales como John Eccles y Blaise Pascal. El alemán era de opinión de que:
“Las leyes básicas del universo son simples, pero porque nuestros sentidos están limitados, no podemos captarlas. Hay un patrón en la Creación” (cit. en 1930; por Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man (1983), p. 10).
En su visión, no era correcto generalizar estos dominios como realidades excluyentes, sino más bien, coexistentes:
“La Creación puede ser de origen espiritual, pero eso no quiere decir que todo lo creado sea espiritual. ¿Cómo puedo explicar esas cosas? Aceptemos que el mundo es un misterio. La naturaleza no es ni exclusivamente material ni enteramente espiritual; el hombre también es más que carne y huesos, de lo contrario, ninguna religión hubiera sido posible. Detrás de cada causa yace otra causa, el final o el principio de todas las causas está aún por ser encontrado. Sin embargo, sólo una cosa hay que recordar: no hay efecto sin causa, y no hay carencia de leyes en la Creación” (Einstein, 1930, Hermanns, William (1983). Einstein and the Poet: in search of the cosmic man. Brookline Village MA: Branden Books, p. 59).
De acuerdo al físico, este entendimiento es lo que permitió el descubrimiento, por ejemplo, del modelo copernicano:
“La materia es real para mis sentidos, pero éstos no son dignos de mi confianza. Si Galileo o Copérnico hubieran aceptado lo que veían, nunca hubieran descubierto el movimiento de la Tierra y los planetas” (Einstein; cit. en 1943; Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man, 1983:59).
…ni sus propios descubrimientos:
“Si yo no hubiera tenido una fe absoluta en la armonía de la Creación, no hubiera tratado durante treinta años de expresarla en una fórmula matemática” (Einstein; cit. en 1943; Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man, 1983:61).
8. Cuestiones éticas y morales
Hacia 1951, una colega que opinaba que la ciencia debía determinar el rumbo de la ética, le reprochaba, molesto, a Einstein, el haber usado los términos “religión” y “religioso” junto a los términos de la ciencia; sin embargo, Einstein respondió:
“No he encontrado mejor expresión que ‘religioso’ por confianza en que la naturaleza racional de la realidad es, al menos hasta cierto punto, accesible a la razón humana. Dondequiera que este sentimiento está ausente, la ciencia se degenera en un empirismo sin inspiración.
No puedo aceptar su opinión respecto a la ciencia y la ética. Lo que llamamos ciencia tiene el único propósito de determinar «lo que es». La determinación de lo que «debe ser» es ajeno a ella y no puede llevarse a cabo metódicamente. La ciencia sólo puede organizar las proposiciones éticas de forma lógica y proporcionar los medios para la realización de los objetivos éticos, pero la determinación de los objetivos está fuera de su alcance” (Albert Einstein, en su carta a Maurice Solovine, (el 1 enero 1951) [cit. en Einstein Archivo 21-174], publicado en Cartas a Solovine (1993); citado en Jean Abelé (1961), Christianity and science, Hawthorn Books).
Ya en 1943, Einstein había expresado un pensamiento similar al decir que el intelecto humano no podría dirigir los fines y determinar los valores, y que la ciencia no podía tomar el lugar de la religión de ninguna manera:
“Ciertamente, debemos tener cuidado de no hacer del intelecto nuestro dios; tiene, por supuesto, músculos poderosos, pero sin personalidad; no puede conducir, sólo puede servir y no es exigente en su elección de un líder. Esta característica se refleja en la calidad de sus sacerdotes: los intelectuales. El intelecto tiene un ojo agudo para los métodos e instrumentos, pero es ciego a los fines y valores. Así que no es de extrañar que esta ceguera fatal se pase de un viejo a un joven y en la actualidad afecte a toda una generación” (Einstein; The Goal of Human Existence, 11 April 1943; cit. en Einstein Archives 28-587; Einstein 1956; 260-261).
9. “Prefiero una actitud de humildad” que la arrogancia ateísta
En 1941, después de recibir críticas de sus declaraciones públicas, tanto del lado religioso como del lado ateo, Einstein criticó duramente a los que llamó “ateos fanáticos”:
“Me ladraron numerosos perros que están ganando su comida guardando ignorancia y la superstición en beneficio de aquellos que se benefician de ella. Luego están los ateos fanáticos cuya intolerancia es de la misma clase que de la intolerancia de los fanáticos religiosos y proviene de la misma fuente: son como esclavos que aún están sintiendo el peso de sus cadenas que han sacudido después de un dura lucha. Son criaturas que, en su rencor contra el tradicional “opio del pueblo”, no pueden llevar la música de las esferas. La maravilla de la naturaleza no se hace más pequeña solo porque uno no la pueda medir por los estándares de objetivos morales y los propósitos humanos” (Escrito el 7 agosto de 1941 en una carta que discutía las reacciones sobre su ensayo “Ciencia y Religión”. Einstein y la religión: Física y Teología, Max Jammer, Princeton University Press, 2002, p. 97).
Hacia 1949, Einstein escribió en una carta en donde volvía a hablar de su disgusto por la cruzada ideológica del ateísmo:
“No comparto el espíritu de cruzada del ateo profesional cuyo fervor se debe a un doloroso acto doloroso de liberación de las cadenas del adoctrinamiento religioso recibido en su juventud. Prefiero una actitud de humildad que corresponde a la debilidad de nuestra comprensión intelectual de la naturaleza y de nuestro propio ser” (En su carta a Guy H. Raner Jr. (28 de septiembre 1949), de un artículo de Michael R. Gilmore en la revista Skeptic, Vol.. 5, N º 2, 1997).
Einstein es también citado, diciendo:
“Los prejuicios del incrédulo son para mí casi tan divertidos como los prejuicios del creyente” (Goldman, 1997: VII).
10. “Dios no juega a los dados con el Universo”
Einstein creía que el comportamiento humano era completamente determinado por leyes causales, no casuales. La comprensión de la causalidad era fundamental para las creencias éticas de Einstein quien abogaba por el argumento de que la Creación tenía un propósito, rechazando la idea de la casualidad o el existencialismo secular. Por esa razón, negó relación alguna del azar con la teoría cuántica, lo que especificó en cartas enviadas al físico Max Born. Born, ganador del Premio Nobel de la Física de 1954, había dicho lo siguiente respecto a la comprensión de la construcción del universo:
“Si Dios ha hecho este mundo un mecanismo perfecto, al menos Él ha concedido lo suficiente a nuestro imperfecto intelecto para que, con el fin de predecir pequeñas partes de él, no necesitemos resolver innumerables ecuaciones diferenciales, sino que podamos usar los dados con bastante éxito” (“Einstein’s Statistical Theories”, en Schilpp, 1951:176).
Einstein contestó, en esencia, que Dios no construyó el mismo en base al azar:
“Usted cree en un Dios que juega a los dados, y yo en la ley completa y el orden en un mundo que existe objetivamente, y el cuál de una manera salvajemente especulativa, estoy tratando de capturar… Incluso el gran éxito inicial de la teoría cuántica no me hace creer en el juego de dados fundamental, aunque soy consciente de que algunos de nuestros colegas más jóvenes interpretan esto como consecuencia de la senectud…
La mecánica cuántica es ciertamente imponente, pero una voz interior me dice que no es la cosa real. La teoría dice mucho, pero realmente no nos trae más cerca al secreto del “Anciano [de días]”. Yo, en todo caso, estoy convencido de que Él no juega a los dados” (En su carta del 4 de diciembre de 1926 enviada e Max Born, Einstein hizo su famoso comentario sobre la mecánica cuántica).
El mismo Einstein utilizó variantes de esta cita en otras ocasiones; por ejemplo, en una conversación de 1943 con William Hermanns donde dijo reiterativamente: “Como he dicho tantas veces, Dios no juega a los dados con el mundo” (Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man, 1983:58).
En otras frases memorables en las que Einstein compartiría su visión acerca de Dios, se destaca el elemento de búsqueda espiritual, en línea con el entendimiento universal; Einstein dijo: “Dios no se preocupa de nuestras dificultades matemáticas. Él integra empíricamente” (Léopold Infeld, Quest: An Autobiography (1949), p. 279).
“Quiero saber cómo Dios creó este mundo. No estoy interesado en este o en aquél fenómeno, ni en el espectro de este o aquél elemento. Quiero conocer Sus pensamientos; el resto, son detalles” (E. Salaman, “Una charla con Einstein,” The Listener 54 (1955): 370-371, p. 123).
“Lo que realmente me interesa es si Dios podría haber hecho del mundo una cosa diferente; es decir, si la necesidad de simplicidad lógica deja la más mínima libertad” (Citado por Ernst G. Straus, quien fue asistente de Einstein de 1944 a 1948, en Gerald Holton, The Scientific Imagination: Case Studies (Cambridge University Press, 1978), p. xii.). Original: Was mich eigentlich interessiert, ist, ob Gott die Welt hätte anders machen können.
11. Spinoza y Einstein
Hasta ahora hemos visto que el científico más famoso del siglo XX reconocía que Dios era Superior al hombre, que Dios tenía un gran alcance y una Inteligencia sorprendente y que se manifestaba en la organización del Universo más allá de la comprensión humana.
Debemos admitir que esta creencia satisface sólo en parte la descripción bíblica y cristiana de Dios. Habían cualidades que Einstein no atribuía a Dios, que difieren entre Einstein y nuestra fe cristiana. Según sus propias declaraciones, Einstein dudaba de que Dios fuera un Dios “personal” (participando activamente en la vida de los individuos), y tampoco aceptaba que el hombre estuviera hecho a Su imagen y semejanza, a diferencia de la concepción cristiana.
No obstante, Einstein dijo varias veces que creía en el Dios que el filósofo Baruch Spinoza había descrito. Una de las frases famosas sobre la concepción que Einstein tenía acerca de Dios es aquella que surgió como respuesta ante la pregunta “¿Crees en Dios?”, a lo cual, el físico respondió:
“Creo en el Dios de Spinoza, que se revela a Sí mismo en la armonía de leyes del mundo, no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de la humanidad” (24 de abril 1929, en respuesta a la pregunta de Herbert S. Goldstein: “¿Crees en Dios?”. New York Times, 25 de abril 1929).
Spinoza, nacido en el siglo XVII, había planteado la teoría dualista (el monismo) en respuesta a la filosofía de Descartes, y expresaba una creencia que estipulaba que la materia y el espíritu son una misma cosa, lo que Einstein le admiraba tanto que hasta dedicó un poema, y se consideraba fiel simpatizante de su idea de Dios, diciendo:
“El Dios que Spinoza veneraba es mi Dios también: me encuentro con Él todos los días en las leyes armónicas que rigen el universo… Mi Dios me habla a través de leyes” (Cit. en Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man (1983: 58), “Third conversation” 1948. p. 89).
Cuando se retoma la declaración de Einstein: “Creo en el Dios de Spinoza”, sin embargo, uno podría deducir que seguramente tendría que creer en el siguiente fragmento que había sido escrito por el filósofo:
“…En relación al Hijo eterno de Dios, que es la Sabiduría eterna de Dios, que se ha manifestado en todas las cosas y especialmente en la mente humana, y sobre todo, en Cristo Jesús, el caso está lejos de lo contrario, porque sin este, nadie puede llegar a un estado de bendición, ya que sólo Él enseña, lo que es verdadero o falso, bueno o malo. Y, puesto que esta sabiduría se hizo manifiesta especialmente a través de Jesucristo, como ya he dicho, sus discípulos la predicaron, en la medida en que fue revelado a ellos por medio de Él, y así demostraron que podían regocijarse en el espíritu de Cristo más que en el resto de la humanidad” (Baruch Spinoza, en la Carta 21 (73) a HenryOldenburg; noviembre de 1675.)
¿Einstein creía, pues, en el Dios de Spinoza “que manifestó su sabiduría en la moral enseñada por Jesucristo”?
12. Einstein fuera de contexto: contradicho y malinterpretado
En muchos sitios en internet, algunos de esos “ateos fanáticos” que alguna vez describió Einstein, han sacado fuera de contexto algunas de sus citas para argumentar que Einstein era un “ateo de toda la vida” o que Einstein “sólo hablaba de Dios metafóricamente”.
Por un lado, se podría pensar que parte de la confusión o del debate es resultado de las distintas versiones entre distintas fuentes de información, algunas de las cuales parecen llegar a diferir y parecen ser, en algunos momentos, contradictorias o inconsistentes. Sin embargo, parte de la confusión puede que también sea resultado de que las opiniones de Einstein variaron con el paso los años, y con el hecho de que sus puntos de vista llegaron a ser relativamente cambiantes.
Nadie que haya leído los diferentes escritos de Einstein de forma imparcial podría negar que él era cambiante, y que sus opiniones escritas reflejaban una personalidad distinta en diversas ocasiones, por lo cual, no es de sorprenderse que la organización National Geographic describa al científico como “un hombre complejo, un manojo virtual del contradicciones”.[1]
Sobre este aspecto, John Brooke, profesor emérito de ciencia y religión en la Universidad de Oxford, señala que las opiniones de Einstein sobre la religión “no siempre eran consistentes de un período a otro”.
Por ello, en algunos blogs y listados de frases ateístas se citan extractos como estos:
· “Era, por supuesto, una mentira lo que usted leyó acerca de mis convicciones religiosas, una mentira que está siendo repetida sistemáticamente. No creo en un Dios personal y nunca he negado esto, sino que lo he expresado claramente” (Helen Dukas and Banesh Hoffmann, Albert Einstein, The Human Side: New Glimpses From His Archives (1979) p. 43 – 24 de marzo de 1954).
· “Me parece que la idea de un Dios personal es un concepto antropológico que no puedo tomar en serio” (Carta que Einsein escribió a Murray W. Gross, 1947, incluida en Einstein and Religion (1999).
Aunque estas citas son reales, tendenciosamente, quienes las ocupan se olvidan de entender diligentemente las palabras y citar los fragmentos en su contexto original y completo.
En ambas frases Einstein dice no creer en “un Dios personal”; sin embargo, lo que los escépticos no se toman la molestia de explicar es que, para Einstein, el dudar sobre el carácter “personal” de Dios, no implicaba negar la existencia ‘impersonal’ y universal de Dios.
Muchos han malinterpretado esta clase de citas y las han tergiversado a su gusto, pero aunque es cierto que Einstein estaba incierto sobre el carácter personal de Dios, el científico también dejó claro que, a pesar de no estar seguro, sí consideraba que era mejor creer en un Dios personal que degenerarse en un nihilismo freudiano y no creer en nada. Así lo expreso claramente, diciendo:
“Nosotros los seguidores de Spinoza vemos a nuestro Dios en el orden maravilloso y en las leyes de todo lo que existe y en su alma (“beseeltheit”), tal como se revela en el hombre y en los animales. Es una cuestión diferente si la creencia en un Dios personal debe ser impugnada; Freud apoyó ese punto de vista en su última publicación. Yo mismo nunca me involucraría en esa tarea, porque tal creencia me parece preferible a la falta de una perspectiva trascendental de la vida” (Einstein y la religión: Física y Teología (1999) de Max Jammer, p. 51; Extraído de una carta a Eduard Büsching (25 octubre 1929) después Busching Einstein le enviara una copia de su libro Es gibt keinen Gott [No hay Dios] a Einstein.
Esta idea, de que es mejor creer en algún carácter de eternidad divina, a no creer en nada, también había sido expresada por los científicos cristianos Francis Bacon y Blaise Pascal.
De hecho, Einstein mismo expresó la imposibilidad de negar el carácter personal de Dios, como lo dijo en un simposio de 1941:
“Sin duda, la doctrina de un Dios personal que interfiere con eventos naturales jamás podría ser refutada, en el verdadero sentido de la ciencia, porque esta doctrina siempre puede refugiarse en aquellos ámbitos en los que el conocimiento científico no ha sido capaz de poner un solo pie” Einstein; adress in a symposium; 1941. “Science and religion” en Einstein, “Out Of My Later Years”, 1950) “To be sure, the doctrine of a personal God interfering…”
En este sentido, se demuestra que Einstein sabía que “la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia”, y que también reconocía sus propias limitaciones intelectuales, así como las limitaciones de la razón humana en general, y las limitaciones de la esfera de la ciencia, lo cual, llevó al alemán a admitir que no podía negar la posibilidad de lo que no creía:
“No puedo probarle a usted que no hay Dios personal, más si yo fuera hablar al respecto, yo sería un mentiroso” (cit. en “Einstein and Religion: Physics and Theology”, p. 123; Science and Religion by Arnold V. Lesikar).
13. Un ejemplo de tergiversación: Wikipedia
Los incrédulos que citan a Einstein fuera de contexto también se olvidan que el científico expresó su disgusto por el ateísmo fanático, y abiertamente habló en contra de aquellos que, en su tiempo de vida, lo citaban para apoyar sus prejuicios en contra de la religión y en contra del Dios del universo:
“En vista de tal armonía en el cosmos, que yo, con mi mente humana limitada, soy capaz de reconocer, aún hay gente que dice que no hay Dios; pero lo que realmente me hace enojar es que me citan para apoyar sus puntos de vista” (Einstein, citado por Prince Hubertus zu Lowenstein, ca. 1941, en Towards the Further Shore : An Autobiography (1968); también citado en Clark 1973, 400; y en Jammer 2002, 97).
Uno de esos puntos de vista apareció en la versión electrónica de Wikipedia Español, en la sección “Creencias religiosas” del artículo biográfico de Albert Einstein, donde falsamente se escribió:
“Hay una carta poco conocida de Einstein, enviada a Guy H. Raner Jr, el 2 de julio de 1945, en respuesta a un rumor de que un sacerdote jesuita lo había convertido desde el ateísmo, en la cual se reconoce directamente como ateo…” (Versión del 2 de agosto, 2013)
En seguida, se cita el fragmento de la carta, que, aunque verídica, es malinterpretada:
“He recibido su carta del 10 de junio. Nunca he hablado con un sacerdote jesuita en mi vida y estoy asombrado por la audacia de tales mentiras sobre mí. Desde el punto de vista de un sacerdote jesuita, soy, por supuesto, y he sido siempre un ateo.”
Varios errores se encuentran en la interpretación del redactor del fragmento de Wikipedia.
El primero es aseverar que Einstein escribió “desde el ateísmo” para refutar el rumor con una carta en la que “se reconoce directamente como ateo.” Las evidencias presentadas desde el comienzo de la presente investigación demuestran la falsedad de semejante afirmación. El redactor da por cierto un elemento del rumor, pretendiendo falsificar el otro.
El segundo es ignorar el contexto necesario para una adecuada comprensión lectora, pues es necesario saber el rumor que había surgido en aquella época es que Einstein se había convertido al catolicismo. Subrayemos que Einstein dijo que “siempre había sido un ateo”, pero “desde el punto de vista de un sacerdote jesuita” (no desde su propio punto de vista).
El tercer error yace en ignorar lo que significa “desde el punto de vista de un sacerdote jesuita”. Los jesuitas son una orden religiosa de la Iglesia Católica Romana que profesa la autoridad y supremacía del Vaticano y que promueven el Papismo (la idea de que los feligreses tienen que obedecer al susodicho pontífice).
Desde el punto de vista de un sacerdote jesuita, no sólo Einstein era un ateo de toda la vida, sino que también los llamados cristianos “protestantes” que, según los jesuitas, estarían condenados al infierno por negar al Papa, la veneración de la virgen y las doctrinas del Vaticano (pues uno de los lemas jesuitas es que “no hay salvación fuera de la Iglesia Católica).
Einstein era, de hecho, especialmente crítico de la Iglesia Católica. A pesar de que sus padres eran judíos, él había ingresado a una escuela católica cuando era niño y había recibido tratos discriminatorios y anti-semitas por parte de algunos de sus compañeros. Sus profesores, según el mismo, habían sido imparciales y trataban a todos por igual, pero la laxitud del sistema educativo no le había permitido satisfacer su propia búsqueda de conocimiento. Cuando era más grande, Einstein que se apartó de todo lo relacionado al catolicismo y le tuvo gran rechazo. Pero en una ocasión, un estudiante católico le escribió a Einstein sugiriéndole que rogara a la virgen María para salvar su alma y que viera un sacerdote católico lo más pronto posible.
Ante esto, Einstein le respondió:
“Si yo siguiera tu consejo y Jesús pudiera percibirlo, Él, como maestro judío, seguramente no aprobaría tal comportamiento” (cit. en Goldman, 1997:88).
El fragmento sobre el jesuita estaba fechado en el año de 1945, pero tres años más tarde, Einstein seguía hablando de venerar a Dios con las siguientes palabras que se vuelven a citar:
“El Dios que Spinoza veneraba es mi Dios, también: me encuentro con Él todos los días en las leyes armónicas que rigen el universo. . . Mi Dios me habla a través de leyes” (1948 – William Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man, 1983, p. 89)
“Es absurdo cuando los científicos dicen que no hay Dios.” (Einstein Third Conversation (1948), William Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man (1983), p. 94)
14. Einstein no era ateo, sino creyente
Aunque esto ya se ha dejado en claro a lo largo del artículo, conviene citar las conclusiones de fuentes biográficas reconocidas, tales como la Encyclopædia Britannica, donde se dice de él:
“Firmemente negando el ateísmo, Einstein expresó una creencia en “el Dios de Spinoza que se revela a Sí mismo en la armonía de lo que existe.” Esto, de hecho motivó su interés por la ciencia, como él dijo una vez a un joven físico: “Quiero saber cómo Dios creó este mundo, no estoy interesado en este o ese fenómeno, en el espectro de este o ese elemento. Quiero conocer Sus pensamientos, el resto son detalles.” El famoso epíteto de Einstein sobre el “principio de incertidumbre” era “Dios no juega a los dados”- y para él esto era una verdadera declaración acerca del Dios en quien creía. Un famoso dicho suyo era que “la ciencia sin la religión está coja, la religión sin la ciencia es ciega”.
Max Jammer, profesor emérito de física y autor del reconocido libro biográfico: “Einstein y Religión: Física y Teología”, también resume el asunto de la siguiente manera:
“Einstein siempre protestó en contra de ser considerado como un ateo: “lo que realmente me molesta…”. Einstein renunció al ateísmo porque él jamás consideró su negación de un Dios personal, la negación de Dios. Un popular libro sobre la vida de Einstein en 1998 también incluirá la declaración cortante de que “él era un ateo de toda la vida”, pero tal afirmación contradice evidentemente las propias palabras de Einstein en el mismo libro, que dice: “lo que es Divino se manifiesta en el mundo físico.”
En una de sus observaciones, Jammer agrega:
“No sólo Einstein no era un ateo, sino que incluso sus escritos han influido a algunas personas a alejarse de ateísmo, aunque él indudablemente nunca intentó convertir a nadie. El habló sobre la religión sólo como respuesta a las solicitudes de las personas que le preguntaban acerca de su perspectiva de la religión.”
El bioquímico estadounidense Christian B. Anfinsen, es un ejemplo de los científicos que fueron influidos por la creencia que Einstein tenía en Dios. Anfinson escribió lo siguiente en una compilación de la antología científica ‘Cosmos, Bios, Theos’ (1997):
“Adjunto una cita favorita de Einstein que está de acuerdo casi por completo con mi propio punto de vista. El mismo Einstein dijo una vez que ‘La más bella y profunda emoción que podemos experimentar es la sensación de lo místico. Es la sembradora de toda ciencia verdadera. Aquél a quien esta emoción le resulta extraña, que ya no puede encontrarte extasiado con asombro, es como si estuviera muerto. Esa convicción profundamente emocional de la presencia de un Poder Racional Superior, que es revelado en el incomprensible universo, forma mi idea de Dios’.” (Anfinsen, as cited in Margenau and Varghese, ‘Cosmos, Bios, Theos’, 1997, p. 140)
15. Einstein y el judeocristianismo
A pesar de que se considera que Einstein no era practicante del judaísmo ortodoxo y reprochaba el nacionalismo judáico, Einstein reconocía el valor de su herencia cultural judáica y de la espiritualidad cristiana. En sobradas ocasiones, mostró su respeto y admiración a los ideales de la herencia judeocristiana públicamente.
En 1939, por ejemplo, había dicho lo siguiente, citando las palabras del Apóstol Pablo en en Gálatas 3:28:
“Después de todo, las diferencias entre judío y cristiano, ¿que no han sido más que exageradas por fanáticos de ambos lados? Ambos estamos viviendo bajo la aprobación de Dios y nutrimos capacidades espirituales casi idénticas. ‘Judío o gentil, esclavo o libre’, todos son de Dios” (Einstein, citado en H.G. Garbedian, 1939, Albert Einstein: Maker of Universes, New York, Funk and Wagnalls Co., 267).
Ya hacia 1948, a sus 70 años, Einstein decía:
“Mi religión se basa en Moisés: ‘Ama a Dios y ama a tu prójimo como a ti mismo.’ Y para mí, Dios es la Causa Primera. David y los profetas sabían que no puede haber amor sin justicia, ni justicia sin amor” (1948 – William Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man (1983), p. 59).
“Mi Dios puede que no sea tu idea de Dios, pero una cosa sé de mi Dios: que me hace una persona humanitaria. Yo soy un judío orgulloso porque hemos dado al mundo la Biblia y la historia de José” (Einstein; cit. en 1948- Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man (1983), p. 106).
Respecto a la armonización del judeocristianismo, el científico alemán escribió los siguientes pensamientos en dos de sus libros:
“Si los creyentes de las religiones de hoy en día trataran seriamente de pensar y actuar con el espíritu de los fundadores de estas religiones, entonces ninguna hostilidad por motivos de religión existiría entre los seguidores de las diferentes religiones” (Albert Einstein: The Human Side (1979). Helen Dukas and Banesh Hoffmann, Albert Einstein, The Human Side: New Glimpses From His Archives (1979): p. 96 – 27 Jan 1947 – declaración ante la Christian Conference).
“Los principios más elevados de nuestras aspiraciones y juicios son dados a nosotros por la tradición religiosa judeocristiana. Es una meta muy elevada que, con nuestras fuerzas débiles, podemos alcanzar sólo de forma muy insuficiente, pero que brinda un fundamento seguro para nuestras aspiraciones y valoraciones…
No hay espacio en esto para la divinización de una nación, de una clase, y mucho menos del individuo. ¿No somos todos hijos de un mismo Padre, como se dice en el lenguaje religioso?” [1] (Albert Einstein, Out of My Later Years, New Jersey, Littlefield, Adams and Co., 1967, 27). (Este fragmento aparece en Einstein’s Ideas and Opinions, págs 41 – 49. Princeton Theological Seminary, May 19, 1939. y Science, Philosophy and Religion, A Symposium, publicado por la Conference on Science, Philosophy and Religion in Their Relation to the Democratic Way of Life, Inc., New York, 1941.).
16. Einstein y Jesucristo
En una entrevista con George Viereck de la Revista “The Saturday Evening Post” (1929), Einstein ya había expresado su admiración por la figura de Jesucristo:
Viereck: “¿En que medida fue usted influido por el cristianismo?”
Einstein: “Cuando era niño, recibí instrucción tanto de la Biblia como del Talmud. Soy un judío, pero estoy fascinado por la figura luminosa del Nazareno.”
Viereck: “¿Ha leído el libro de Emil Ludwig acerca de Jesús?”
Einstein: “El Jesús de Emil Ludwig es poco profundo. Jesús es demasiado colosal para la pluma de los que venden palabras, no importa cuán artísticas sean. Ningún hombre puede mover el cristianismo con un bon mot [argumento ingenioso].
Viereck: “¿Acepta usted la existencia histórica de Jesús?”
Einstein: “¡Incuestionablemente! Nadie puede leer los Evangelios sin sentir la verdadera presencia de Jesús. Su personalidad palpita en cada palabra. Ningún mito está llenó con tanta vida. Qué diferente, por ejemplo, es la impresión que recibimos por cuenta de héroes legendarios de la antigüedad, como Teseo. Teseo y otros héroes de su tipo no tienen la vitalidad auténtica de Jesús”.
Viereck: “Ludwig Lewisohn, en uno de sus últimos libros, afirma que muchos de los dichos de Jesús parafrasean las palabras de otros profetas.”
Einstein: “Nadie puede negar el hecho de que Jesús existió ni de que sus palabras son hermosas. Aun cuando algunas de ellas se hayan dicho antes, nadie las ha expresado tan divinamente como Él” (26 de octubre 1929, “What Life Means to Einstein” por George Sylvester Viereck, The Saturday Evening Post, , p. 17.; citada también en Walter Isaacson, Einstein: His Life and Universe, p. 386).
Ante el escepticismo hizo que algunos cuestionaran el hecho de que Einstein dijo estas palabras, después se le preguntó a Einstein si en realidad había dicho todo esto, o si Viereck había omitido alguna de las respuestas que había dado sobre el cristianismo. De acuerdo a Brian (1996:277-278), Einstein leyó cuidadosamente la publicación de la entrevista en el periódico y al terminar respondió: “Eso es lo que creo.”
Finalmente, en su libro Mein Weltbild (Mi visión del mundo), publicado originalmente en Amsterdam, en 1934, el físico habló de lo que consideraba “la doctrina capaz de curar a la humanidad de todos los males sociales”; a saber, la doctrina original de la Biblia y las enseñanzas de Jesucristo. Las siguientes palabras serían también publicadas en su propio libro “Ideas y Opiniones” (1954), un año antes de su muerte:
“Si al judaísmo de los profetas y al cristianismo, como Jesucristo lo enseñó, uno le quita todos las cosas que se agregaron posteriormente, especialmente aquellas agregadas por los sacerdotes, uno se queda con una doctrina que es capaz de curar a la humanidad de todos los males sociales.
Es la obligación de cada hombre de buena voluntad esforzarse firmemente, cada uno en su círculo, para hacer que esta enseñanza de humanitarismo puro se vuelva una fuerza viviente en la medida de que sea posible. Si se hace un intento honesto de dirigirse hacia esta dirección, sin dejarse abrumar o pisotear bajo los pies de los contemporáneos, uno se puede considerar dichoso a sí mismo y a la comunidad a la que se pertenece” (Albert Einstein, “Ideas and Opinions”, NY, Bonanza Books, 1954, pp. 184-185; Aquí hay una variación al español de 1955).
Como es claro, Einstein creía en esa sabiduría manifestada en las enseñanzas de Moisés y de Jesucristo. Y, aunque poco se sabe, siete años antes de morir, Baruch Spinoza, mentor espiritual de Einstein, también había escrito que Dios se interesaba por “el destino y las acciones de la humanidad” y que había manifestado un camino de salvación y un comportamiento de sabio por medio de estas dos figuras. Esto es claro en su Tratado Teológico-Político (1670), donde Spinoza había escrito también:
“No creo que nadie haya alcanzado tanta perfección, superando a todos los demás, excepto Cristo, a quien Dios reveló inmediatamente — sin palabras o visiones — las condiciones que conducen a la salvación. Así que Dios mismo se reveló a los Apóstoles por medio de la mente de Cristo, como antes Él se había revelado a Moisés por medio de una voz celestial. Y por lo tanto la voz de Cristo, como la que oyó Moisés, puede ser llamada la voz de Dios. Y en este sentido podemos decir también que la Sabiduría de Dios, es decir, una Sabiduría superando la sabiduría humana, asumió una naturaleza humana en Cristo, y que Cristo es el camino a la Salvación” (Spinoza, Cap. 1, Of Prophecy from Benedictus de Spinoza Opera por Carl Gebhardt, ed. (Heidelberg: Carl Winter, 1925) vol. III, p. 21; ed., A Spinoza Reader: The Ethics and Other Works/Benedict de Spinoza, Princeton NJ: Princeton UP, 1994. p. 14).
17. La influencia de científicos cristianos en Einstein
Albert Einstein junto a Robert A. Millikan,
quien abogaba “el idealismo altruista”
de Jesucristo.
Sin importar cuanto se ignore, es difícil imaginar lo que sería Einstein si éste no hubiera tenido las aportaciones y la influencia de científicos cristianos y otros creyentes intelectuales, como Johannes Kepler, Nicolás Copérnico, y Galileo Galilei; e incluso, Fiódor Dostoyevsky.
Más allá de esto, es bien conocido que cuando Einstein vivió en Princeton, Nueva Jersey, las paredes de su oficina de trabajo tenían los retratos de tres de sus científicos favoritos, considerados, los que más influyeron en él: Michael Faraday, Isaac Newton y James Clerk Maxwell, los tres científicos de una gran fe cristiana.
En este aspecto, es, particularmente notable, el interés que surgió en Einstein por estudiar, junto a Abraham Shalom Yahuda, los estudios bíblicos y teológicos de Newton publicados en el siglo XX por la Universidad de Israel. Einstein comentó sobre esto:
“Los escritos de Newton sobre temas bíblicos me parecen especialmente interesantes, porque revelan un profundo conocimiento del carácter espiritual y el método de trabajo de este hombre prominente. Para Newton, el origen Divino de la Biblia es incondicionalmente seguro. Estos escritos, son en su mayoría inéditos, con lo que proporcionan una visión muy interesante en el taller espiritual de este pensador único” (Albert Einstein, septiembre 1940, en Lake Saranac; Véase A letter from Albert Einstein to Yahuda).
En la parte científica, Einstein también dedica un pasaje en sus notas bibliográficas que describe el desarrollo de su propio pensamiento científico en relación al de Isaac Newton. En el texto, Einstein explicaba que su trabajo era compatible con el de Newton: que no lo refuta como algunos pensaron erradamente, sino que daba lugar a áreas en la que la física de Newton no se había adentrado; que sus propios hallazgos no hubieran sido posibles sin los de Newton, y que ambos paradigmas eran coexistentes, no excluyentes.
Actualmente, es común que se vea a la física en dos macro-áreas de estudio que se complementan: la física clásica que estudia los fenómenos naturales observables, y se basa en la Leyes de Newton, y la física moderna, que se enfoca en la mecánica cuántica iniciada por Max Planck, los procesos fotoeléctricos, y la teoría de la relatividad de Einstein, entre otras cosas.
Cuando Einstein era estudiante, el trabajo científico de Michael Faraday y James Clerk Maxwell también le había resultado especialmente interesante e importante.
Maxwell había consolidado la teoría ondulatoria al señalar la conexión entre la luz, la electricidad y el magnetismo, y él fue el autor del enfoque teórico amado por Einstein. Por esto mismo, en su discurso ante el Comité del Premio Nobel en 1905, Einstein señaló que la teoría especial de la relatividad era “una adaptación de los principios físicos de Maxwell y Lorentz” al campo de la electrodinámica.[2]
Faraday, por su parte, era un firme cristiano que había envisionado la idea de que todas las fuerzas físicas en la naturaleza no son más que diferentes manifestaciones de una fuerza única universal. A pesar de tener experimentos fallidos en campos que no se habían descubierto, Faraday había expresado que tenía la “fuerte sensación de que existe una relación entre la gravedad y la electricidad.” [3]
Por tanto, las ideas de Newton, aunadas a las de Faraday y Maxwell, inspiraron a Einstein y lo llevaron a programar así la teoría del campo unificado.[4]
18. La carta apócrifa: ¿Einstein vs. Einstein?
El autor de este artículo está al tanto de que en años recientes se ha rondado en internet una supuesta frase fechada en 1954, que se dice que Einstein escribió en una carta al filósofo alemán Eric Gutkind:
“La palabra ‘Dios’ para mí no es nada más que la expresión y producto de la debilidad humana; la Biblia, una colección de honorables, pero aun así, primitivas leyendas, que, sin embargo, son muy infantiles. Ninguna interpretación, por sutil que sea, puede para mí cambiarlo.”
Esta frase, como se imaginará el lector, ha sido muy circulada en la red en los últimos meses; y evidentemente es citada reiteradamente por círculos escépticos, grupos anti-religión, e incrédulos intolerantes y círculos periodísticos sensacionalistas que le han dado a conocer como “la carta atea” de Einstein. Fue subastada por la empresa E-bay por $300,000 dólares; (£170,000 euros) por lo que el mismo Einstein alguna vez llamó “criaturas que guardan rencor contra el tradicional ‘opio del pueblo’.”
Algún medio periodístico escribía de forma parcial que “nadie ha puesto en duda la autenticidad” del pedazo de papel, a pesar de que en realidad, hay a quienes les parece sumamente extraño que a más de 50 años de la muerte de un personaje tan relevante en la historia, de pronto, de la nada, se le atribuya una carta “apócrifa” que salió solo para ser subastada de forma anónima por una exorbitante suma de dinero.
Si la carta fuese verídica, el autor de este tratado no tiene problema con admitir abiertamente que este Einstein habló ásperamente en contra de la religión judeocristiana. No obstante, se deberá recordar que, con un revisionismo histórico, las alegaciones de la prensa y el rumor de los internautas de atribuir dicha cita a Albert Einstein, pasa por alto el hecho de que el mismo científico había publicado ese mismísimo año (1954) el libro “Ideas y Opiniones” donde llamaba a la enseñanza original y pura de la tradición judeo-cristiana como “una doctrina que es capaz de curar a la humanidad de todos los males sociales”.
19. La anécdota del origen del mal: un caso no confirmado
Otra anécdota que también ronda mucho en Internet tiene que ver con una historia en la que a Einstein se le atribuya la comparación de la concepción del mal con términos de ausencia en la física de la materia. A continuación se transcribe la anécdota completa:
“Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta: “¿Dios creó todo lo que existe?”
Un estudiante contestó valiente: “Sí, lo hizo.”
El profesor continuó: “¿Dios creó todo?”
“Sí señor,” respondió el joven.
El profesor contestó: “Si Dios creó todo, entonces Dios hizo el mal, pues el mal existe y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo.”
El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe cristiana era un mito.
Otro estudiante levantó su mano y dijo: “¿Puedo hacer una pregunta, profesor?”
“Por supuesto,” respondió el profesor.
El joven se puso de pie y preguntó: “¿Profesor, existe el frío?”
“¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?”
El muchacho respondió: “De hecho, señor, el frío no existe según las leyes de la Física; lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor.”
“Y, ¿existe la oscuridad?”, continuó el estudiante.
El profesor respondió: “Por supuesto.”
El estudiante contestó: “Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe en estos términos. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio terminado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? ‘Oscuridad’ es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente.”
Finalmente, el joven preguntó al profesor: “Señor, ¿existe el mal?”
El profesor respondió: “Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo; esas cosas son mal.”
A lo que el estudiante respondió: “En la misma línea de pensamiento, el mal no existe, señor, o al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores, un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz.”
Entonces el profesor, después de asentir con la cabeza, se quedó callado.
El nombre del joven era Albert Einstein.”
Otra versión de esta conversación ha sido modificada y ha aparecido en un video en el que a Einstein se le personifica como un niño:
Aunque esta anécdota ilustra de forma interesante la idea sobre el mal, que es así concebido como la ausencia de la presencia de Dios, el que esta anécdota haya sucedido no es algo que haya sido corroborado por biógrafos, ni ha sido verificado en fuentes documentadas, por lo cual, se debe saber que la historia, carente de fuentes, se le han atribuido erróneamente a Albert Einstein.
Este hecho, sin embargo, no le restaría por sí mismo credibilidad a la reflexión, pues la veracidad de estos argumentos no dependen de quién los haya dicho ni de quien no los haya dicho: no se aprobarían por estar basados en una figura de autoridad humana, sino por apegarse a la realidad y a la verdad, la cual, debe buscarse imparcialmente para ser encontrada.
20. Conclusiones
Como se dijo al principio de este artículo, a lo largo de los años, la posición religiosa de Einstein ha sido debatida durante décadas y el físico ha sido reclamado tanto por incrédulos y agnósticos, como por religiosos que le esperan hacer parecer, cada uno, como parte de su bando. Incluso en temas distintos de la religión, tales como la política, la física, o la vida misma, otras frasess se le han atribuido equivocadamente, al igual que a muchos personajes en la historia.
No obstante, ciertamente no se necesitan cartas apócrifas ni historias no verificadas para poder enterarse de las opiniones religiosas que realmente profesaba el físico más famoso del siglo XX. Si algo se debe recordar es que, durante la época dorada y prolífica de su carrera científica, Albert Einstein manifestó reiteradamente su creencia en “el Dios que encontraba cada día,” y que ofreció toda una serie de argumentos, comentarios y notas biográficas en las que él mismo había abogado por la defensa de la religión, la fe, y la convicción de la manifiesta existencia de Dios ante la ciencia; un Dios que él había dicho que era manifiesto en las leyes universales.
Hemos visto que Einstein, El creyente, hizo muchas contribuciones de carácter apologético, entre ellas:
· aseguró la imposibilidad de que el universo surgiera por casualidad
· reconoció que Dios es Espíritu y que es un Dios Creador
· aseveró que “hay un patrón en la Creación” y que Dios estableció las leyes del universo afirmando que “mi Dios creó leyes” (Hermanns, 1983, p. 10)
· rechazó la idea de que la ciencia y la razón humana puedan refutar la existencia de Dios
· declaró que hay límites de la razón humana;
· defendió la complementariedad entre la ciencia y la religión
· rechazó el cientifismo
· negó el materialismo
· reconoció la esfera espiritual del ser humano
· manifestó las razones por las cuales la ciencia y la razón humana niegan el ateísmo
· expresó su admiración por la figura de Jesucristo
· y habló del valor moral inmejorable de las enseñanzas judeocristianas
Si las imputaciones apócrifas de ateísmo fuesen ciertas, tendremos que admitir que “el Einstein incrédulo” de 1954 se opone a “el Einstein creyente” que hemos estado citado a lo largo de este artículo. De ser así, nos gustaría decir que preferimos los argumentos de “Einstein El Creyente”, los cuales, refutan sobradamente el escepticismo del supuesto Einstein incrédulo.
No obstante, tan sólo en esta investigación, hemos citado numerosas veces en las que el verdadero Albert Einstein habló sobre su creencia en Dios y algunas de sus concepciones sobre la religión.
Si la carta de 1954 no es una falsificación, diremos que el Albert Einstein prolífico y lúcido que realizó todas esas aportaciones a la física era un Einstein que expresó claramente su “debilidad humana” de manera admirable al hablar continua y reiteradamente de su admiración por el Creador.
Diremos que al Einstein de 1941 le hubiera molestado mucho que los ateos citaran “la carta apócrifa” para apoyar sus puntos de vista
Diremos que “el Einstein incrédulo” sería alguien a quien “el Einstein Creyente” de 1929 le hubiera respondido que “ningún hombre puede mover el cristianismo con un bon mot”.
Diremos que reconocer al Dios personal Todopoderoso “nos parece preferible a la falta de una perspectiva trascendental de la vida”.
Diremos, junto al Einstein de 1948, que “es absurdo cuando los científicos dicen que no hay Dios.”
Diremos junto a Isaac Newton que “encontramos más indicios de autenticidad en la Biblia que en cualquier historia profana” (Cit. por Watson, Richard: Two Apologies, 1820, p.57)-
Diremos, junto a Baruch Spinoza, que “Dios mismo se reveló a los Apóstoles por medio de la mente de Cristo”.
Diremos junto a James Clerk Maxwell que “como David, serviremos a nuestra propia generación según la voluntad de Dios”.
Diremos junto a Jesús, que, por infantil que les parezca a los incrédulos, “si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos.”
Diremos junto al Einstein de 1949 que “preferimos una actitud de humildad que corresponde a la debilidad de nuestra comprensión intelectual de la naturaleza y de nuestro propio ser.”
Diremos junto a Pablo que “de nosotros mismos no nos gloriaremos, sino solo en nuestras debilidades” (2 Corintios 12:5).
Diremos junto a Michael Faraday que “estamos contentos de llevar este reproche.”
Pues en la Biblia, la voz de Dios ha dicho: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).