By: Sergio Mora Gutiérrez y Claudia Donoso Rioseco
Sin duda, la principal característica del cerebro humano es su asombrosa capacidad de cambiarse a sí mismo durante toda la vida. Esta habilidad, conocida como “plasticidad”, significa que el cerebro es modelado por sus experiencias, por los estímulos sensoriales que recibe, por los problemas que ha resuelto y por las emociones que ha experimentado. Según Norman Doidge, “el cerebro puede cambiar su estructura y su función dependiendo de lo que haga, dependiendo de cómo reaccionamos a lo que estamos sintiendo o percibiendo, dependiendo de nuestros actos y dependiendo de lo que pensamos o imaginamos”.
Debido a que los cambios neuronales evocados por los estímulos pueden persistir por mucho tiempo, virtualmente toda la vida del individuo, parece claro que la plasticidad neuronal representa la base de las funciones cerebrales superiores, como el aprendizaje y la memoria. En este sentido, Santiago Ramón y Cajal, el anatomista español ganador del premio Nobel en 1906, había postulado a fines del siglo XIX que el establecimiento de nuevas conexiones sinápticas debería ser el sustrato neural del aprendizaje y la memoria.
Por otra parte, la plasticidad permite que la experiencia modele funcional y estructuralmente el sistema nervioso, siendo fundamental en el desarrollo y maduración del cerebro. Después de un primer periodo de desarrollo determinado genéticamente, los circuitos neuronales son continuamente modificados y modelados por la experiencia: las conexiones sinápticas que son escasamente utilizadas se vuelven cada vez más débiles y eventualmente desaparecen, mientras que las sinapsis que se usan intensamente se vuelven cada vez más fuertes y eventualmente aumentan en cantidad. Como consecuencia de la plasticidad, se producen cambios en la eficiencia sináptica que pueden durar desde fracciones de segundo a minutos hasta horas, días y meses.
La plasticidad neuronal ocurre, principalmente, en tres situaciones: primero, al comienzo de la vida, cuando el cerebro inmaduro se organiza a sí mismo; segundo, en caso de daño cerebral, para recuperar la función perdida o fortalecer la remanente; y, tercero, cada vez que aprendemos algo nuevo. Aprender es, entonces, una operación plástica durante la cual ocurren cambios en la eficacia de las sinapsis para procesar y transmitir la información. Estos cambios van desde el aumento en la síntesis y liberación de algún neurotransmisor hasta cambios estructurales, con crecimiento de nuevas terminaciones nerviosas y dendritas, y estrechamiento de las conexiones sinápticas.
En conclusión, el aprendizaje es producto de cambios físicos que se producen en el cerebro; pero, a su vez, cada nuevo aprendizaje provoca cambios en los circuitos cerebrales que favorecen aprendizajes más complejos. De modo que, como dice J. Zull, la enseñanza debería ser el arte de cambiar el cerebro o, al menos, proporcionar las condiciones para que los cerebros de nuestros estudiantes cambien. En otras palabras, la enseñanza debería ser la neurociencia aplicada en el aula.
Para lograr aplicar las neurociencias al aula es determinante que todo docente se capacite en ellas, que conozca como recibe, analiza, procesa, integra y ejecuta los estímulos el cerebro, de modo de manejar conocimientos básicos que le permitan generar adaptaciones curriculares desde la óptica de las neurociencias aplicadas a la educación.
Por otro lado, las instituciones que forman educadores, deberían contemplarlas en su malla de estudio, de esta manera los futuros pedagogos “formándose como especialistas en el aprendizaje” comprenderían cómo funciona y aprende mejor el cerebro, enriqueciendo los ambientes para potenciar los talentos de los estudiantes, respetando la diversidad de estilos, ritmos, intereses y capacidades, acomodando así las prácticas pedagógicas y el curriculum a cada niña y niño.
Según los aportes que han brindado las neurociencias, una estimulación de calidad debería tener las siguientes características:
- Sistemática
- Afectiva
- Mediada
- Oportuna
- Versátil
- Activa
- Variada
- Efectiva
- Seductora
- Entusiasta
- Reglada
- Ordenada
Si unimos la primera letra de cada palabra nos queda como acróstico “SAMOVAVESERO”, ¡No lo olvides! Ahora te invito a reflexionar analizando cómo las abordas en tu didáctica diaria en el aula:
- Sistemática: ¿favoreces en tu práctica la adquisición de hábitos? ¿Tienes organizado el tiempo explicitado en un horario donde se equilibren el tipo de experiencias de aprendizaje?
- Activa: ¿generas experiencias de movimiento o pasas la mayor parte del tiempo con los niños y niñas sentados? ¿generas actividad neuronal gatillando conflictos cognitivos?
- Mediada: ¿Dejas pensar a tus estudiantes o sólo los haces obedecer lo que tú pensaste? ¿Intervienes sólo cuando es necesario o les resuelves todo?
- Oportuna: ¿Estás despierta/o y atenta/o para observar lo que necesita cada uno, logrando flexibilizar lo planificado?
- Variada: ¿Realizas experiencias de aprendizaje de diferente tipo (plástica, música, literatura, corporal, teatro, ciencias, matemáticas, lenguaje etc.) o simplemente te inclinas por lo que a ti más te gusta?
- Afectiva: ¿te vinculas con el alma de tus estudiantes o sólo con su cognición?¿les explicitas con gestos, palabras y miradas amables tu afecto?, ¿Eres cariñosa y dulce con ellos al hablarles?
- Versátil: Dentro de la plástica, música etc. ¿presentas opciones y técnicas diversas o siempre utilizas la misma estrategia para que aprendan?
- Efectiva: ¿Logras que tus estudiantes aprendan realmente para la vida o los llenas de conocimientos sin sentido, pertinencia y trascendencia, pensando que el cerebro es un saco por llenar?
- Seductora: ¿Eres capaz de conquistar a tus niños y niñas y lograr que disfruten aprendiendo?
- Entusiasta: ¿logras generar motivación en tus estudiantes? ¿Te comprometes con ellos/as involucrándote con pasión al educar?
- Reglada: ¿explicitas los límites con ternura y firmeza? ¿favoreces la aceptación crítica de las normas acordadas por el grupo curso?
- Ordenada: ¿en una experiencia de aprendizaje respetas las etapas de inicio, desarrollo y cierre? ¿El ambiente y los recursos materiales se encuentran bien organizados?
Como ves, son muchos los factores que debes considerar para una “neuroeducación de calidad”.