La crisis climática, de la que conocemos las causas y las consecuencias así como las medidas que deberíamos emprender para evitarlas, es la mayor traición a las generaciones venideras
La crisis climática no necesita ser aceptada para evidenciarse. Ante la negación de unos y el desdén de otros, el calentamiento del planeta se sigue acelerando y los pronósticos de los científicos se van convirtiendo en hechos. Unos hechos que aporrean la puerta de la realidad cada vez con más fuerza, amenazando con tirarla abajo, mientras dentro unos y otros se balancean en su mecedora con los cascos puestos.
La Tierra seguirá siendo habitable, de eso no cabe ninguna duda, pero la habremos convertido en un lugar mucho menos seguro y confortable
Así se van cumpliendo los plazos para evitar lo peor y así se van agotando las esperanzas de nuestros jóvenes de vivir en unas condiciones como las que nosotros hemos disfrutado. No ha habido generación más egoísta en la historia de la humanidad.
“Se está exagerando mucho”, me comentaba hace unos días un alto directivo de una gran compañía de energía fósil mientras escuchaba (o aparentaba escuchar) mis explicaciones sobre lo que venimos publicando en Planeta A al respecto de la transición energética. Y lo más inquietante es que parecía estar convencido de ello.
Siempre me ha sorprendido esa ignorancia selectiva en gente por otra parte tan capacitada. Me resulta incomprensible que quienes tienen la oportunidad de acceder a los informes más rigurosos y la capacidad para interpretarlos correctamente (hace tiempo que dejé de atender a los necios) sean incapaces de aceptar los hechos. Por eso recurro a la única respuesta posible: el egoísmo.
Porque aquí nadie puede apelar ya a la inadvertencia o al descuido. Los medios de comunicación están ampliando su oferta informativa al respecto hasta niveles nunca antes conocidos. El desconocimiento no es una opción.
Quien es intelectualmente consciente de la situación en la que nos encontramos, y de la que nos aguarda si no reaccionamos, y pese a ello es capaz de afirmar que se está exagerando mucho, no está siendo solidario. Solidario con quienes vienen detrás, las generaciones que sufrirán nuestra inacción consciente, esa ausencia total de conciencia crítica de especie que solo se explica desde el más profundo egoísmo.
Porque si algo sabemos con total certeza es que las próximas generaciones no disfrutarán del mismo planeta. Porque La Tierra seguirá siendo habitable, de eso no cabe ninguna duda, pero la habremos convertido en un lugar mucho menos seguro y confortable. Un planeta espoliado, con unos recursos naturales agotados, una biodiversidad diezmada, una superficie terrestre sensiblemente reducida y una atmósfera mucho más hostil, que les someterá a fenómenos meteorológicos mucho más extremos.
Ese va a ser nuestro legado. Y no, esto no es catastrofismo, no es alarmismo ni tremendismo. Es el resultado del rigor en el análisis al que sometemos a todas las informaciones que ofrecemos desde Planeta A y que están basadas en las cuatro ces del periodismo: conocer, comprender, contrastar y contar.
Porque lo único que hacemos desde aquí es conocer, comprender, contrastar y contar lo que dicen los informes científicos. Lo que contamos es ciencia, no creencia. Y lo veraz es que los modelos climáticos se están cumpliendo al dedillo, y no parece que vaya a ocurrir algo para que se dejen de cumplir. Porque ese algo sería que dejásemos de actuar como egoístas y empezáramos a asumir las renuncias necesarias ahora para que los que vengan detrás no tengan que renunciar a todo. Y no parece que ese cambio de comportamiento, ese ataque de responsabilidad se vaya a producir a tiempo.