By: J. R. S.

Un padre mide a sus hijos. (iStock)

Un varón español promedio tenía una estatura de 1,62 en 1896, mientras que las mujeres medían alrededor de 1,51. Cien años después, ellos miden 14 centímetros más y ellas, 12. El aumento de la talla no es exclusivo de España, sino que se trata de un fenómeno global que hasta ahora ha intrigado a los científicos, que siempre han tenido clara la relación del crecimiento con la mejora de la nutrición, pero no conocían el mecanismo exacto por el que se activaba este proceso. En otras palabras, se preguntaban cómo el organismo puede reconocer que vive en un contexto de abundancia y desarrollarse en consecuencia.

Un estudio, dirigido por investigadores de la Universidad de Cambridge, junto con equipos de la Universidad Queen Mary de Londres, la Universidad de Bristol, la Universidad de Michigan y la Universidad de Vanderbilt, que se publica en la revista ‘Nature’, ha dado con la clave. Según las conclusiones extraidas tras estudiar a medio millón de voluntarios inscritos en el biobanco de Reino Unido —una de las mayores bases de datos de información genética del mundo—, el responsable es un receptor cerebral llamado MC3R, que vincula la alimentación, el desarrollo y la madurez sexual.

“Este sensor le dice al cuerpo que estamos genial, que tenemos mucha comida, así que crecemos rápidamente, tenemos la pubertad pronto y tenemos muchos bebés”, explica en tono pedagógico Sir Stephen O’Rahilly, director científico del Centro de Investigación Biomédica de Cambridge y firmante del artículo. “No es un proceso mágico, tenemos diagrama completo que explica cómo sucede”, asegura.

MC3R es una proteína que reacciona a un grupo de hormonas, las melanocortinas, que determinan funciones fisiológicas básicas como el apetito, la pigmentación, el balance energético o la actividad sexual. Los científicos británicos han descubierto que cuando estas hormonas mandan señales de salud nutricional a MC3R, el receptor actúa sobre “el crecimiento lineal, la acumulación de masa magra y la maduración sexual”. Todos ellos, indicadores de la pubertad.

Los científicos observaron que los niños con mutaciones que alteran el receptor MC3R son más bajos y pesan menos que los demás

A este respecto, los investigadores observaron que los niños con mutaciones genéticas que alteran el receptor MC3R son más bajos y pesan menos que los demás. De hecho, destacaron el caso de una persona con mutaciones en ambas copias del gen MC3R. Su estatura era anormalmente pequeña y su pubertad no comenzó hasta pasados los 20 años.

Este hallazgo abre una puerta a posibles tratamientos para los jóvenes con graves problemas de desarrollo. “Las investigaciones futuras deberían investigar si los fármacos que activan selectivamente el MC3R pueden ayudar a redirigir las calorías hacia los músculos y otros tejidos magros, con la perspectiva de mejorar la funcionalidad física de estos pacientes”, señala O’Rahilly.

¿Dónde está nuestro techo?

Los holandeses son los humanos más altos del mundo, con una media de 1,82 para los hombres y 1,69 para las mujeres. La tendencia al alza comenzó hace un siglo y se había mantenido hasta las últimas décadas. Sin embargo, los datos de la Oficina Central de Estadísticas de Países Bajos (CBS, por sus siglas en neerlandés) reflejan un estancamiento en el aumento de altura: los jóvenes de 19 años miden, ahora, un centímetro menos que los nacidos en 1980, mientras que las mujeres son 1,4 centímetros más pequeñas.

Los expertos aún debaten si se debe a cambios en la dieta, al aumento de la inmigración, los efectos de las crisis económicas o una menor actividad física. Otra teoría es que puede deberse, sencillamente, a una limitación biológica. Es decir, si una persona recibe las calorías suficientes durante su infancia y sus condiciones de vida son las idóneas, es posible que crezca hasta donde su potencial genético le permita, pero nunca más allá.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí