¿Cómo llegamos a saber que una proposición es verdadera o falsa? ¿De dónde sacamos las razones para convencernos, y convencer a otros, de la verdad (o falsedad) de una proposición?

En el periodo moderno de la Historia de la Filosofía (siglo XVII), los filósofos de dicho periodo propusieron dos respuestas muy distintas a estas preguntas.

RACIONALISMO

El racionalismo es la teoría filosófica que afirma que la razón por sí sola, sin la ayuda de la información que nos proporcionan los sentidos, es la única fuente de conocimiento. A través de los sentidos podemos formarnos una opinión de las cosas, pero cuando queremos alcanzar el conocimiento científico sobre algo, la razón es el único instrumento fiable.

René Descartes fue el filósofo fundador del racionalismo filosófico. Descartes comienza por plantear un objetivo muy ambicioso: el auténtico conocimiento es el conocimiento indudable, aquel que no nos deja un mínimo resquicio a la duda. Conocemos una proposición cuando las razones que damos son razones inamovibles, indudables. Planteado con esta radicalidad, son pocos los conocimientos que cumplen la condición de la indubitabilidad:

  • Conozco la verdad de la proposición “Mi casa está cerca del río” porque miro por mi ventana y veo el río. Pero Descartes se preguntaría ¿puedo fiarme de mis sentidos? ¿Seguro que el río está cerca? A veces algo que está lejano nos parece cercano porque no conocemos sus dimensiones: si el río es el Amazonas, puede que me parezca cercano porque es tan grande que aún visto desde varios kilómetros de distancia parece un río grande y no una rayita azul en el paisaje. Todas las críticas al realismo ingenuo son explotadas por Descartes para hacernos dudar de los sentidos: nuestros sentidos a veces nos informan mal, como cuando tenemos fiebre o cuando juzgamos la temperatura de un objeto después de tener la mano en agua helada o en agua muy caliente.
  • Para extender la fuerza de sus dudas con respecto a los sentidos, Descartes se pregunta ¿cómo distingo lo que creo ver, oír, tocar en los sueños de lo que veo, oigo y toco cuando estoy despierto? Y si no puedo distinguirlos, ¿cómo puedo saber que lo veo ahora no es una ilusión? El argumento del sueño pone en serias dudas todo aquello que creemos saber por los sentidos.
  • ¿De qué podemos fiarnos si ponemos en duda nuestros sentidos? Podemos fiarnos de nuestra mente, de nuestra capacidad racional. A primera vista, podemos pensar que podemos estar totalmente seguros de las matemáticas, por ejemplo de que 7 x 6 = 42. Sólo necesitamos razonar en nuestra mente, aunque nos cueste mucho trabajo, para llegar a convencernos de su verdad. Si queremos convencer a alguien, le podemos decir la tabla de multiplicar, o mejor aún, le podemos hacer las seis sumas que demuestran que 7+7+7+7+7+7 = 42. Pero Descartes no está tan seguro de las verdades matemáticas, porque…
    • Nos podemos equivocar al hacer los cálculos. Por ejemplo, podemos equivocarnos en el cálculo 7+7+7+7+7+7 = 42. Contra ese peligro podemos descomponer un cálculo complejo en otros más sencillos y por tanto libres de errores.
    • Los cálculos complejos se basan en otros cálculos más simples. Por ejemplo 7+7+7+7+7+7 = 42 porque 7 + 7 = 14 y luego 14 + 7 = 21, y luego etc. Pero ¿por qué es cierto que 7 + 7 = 14? Pues porque 7+1+1+1+1+1+1+1 = 14, dado que 7 + 1 = 8, 8 + 1 = 9, etc. Pero ¿por qué es cierto más allá de toda duda que 7 + 1 = 8? Pues porque 1+1=2, 2+1=3, … y 7+1=8. Pero ¿por qué es cierto más allá de toda duda que 1 + 1 = 2?
    • Para estar totalmente seguros de que 1 + 1 = 2 no podemos echar mano de ejemplos en los que haya que ver, tocar o en general usar los sentidos, pues podríamos estar soñando. Tampoco podemos contentarnos con lo que otros creen y simplemente repetir sus creencias. Queremos saber, no nos contentamos con creer.
    • Y entonces, ¿qué razones tenemos para afirmar más allá de toda posible duda que 1 + 1 = 2? Según Descartes, no podemos responder otra cosa sino decir que estamos convencidos, que lo creemos firmemente, pero no tenemos razones para demostrarlo. Llega un punto en que las razones se nos acaban.
  • Para extender la fuerza de sus dudas con respecto a las verdades matemáticas, Descartes plantea otro argumento, más fuerte aún que el argumento del sueño: el argumento de que nuestra mente puede estar controlada por alguien que, bajo hipnosis o algún otro mecanismo que nosotros no conocemos, introduce en nuestra mente pensamientos falsos pero nos los hace creer como verdaderos. Su poder hipnótico es tal que puede hacernos creer que 1 + 1 = 2 o hacernos creer que 1 + 1 = 1. Nosotros estaremos convencidos de cualquier cosa que nos quiera hacer creer. ¿Podemos estar seguros de que nuestra mente no está siendo controlada de esta manera ahora mismo?
  • Mediante los argumentos del sueño y del control de la mente Descartes ha llegado a un punto en que duda de casi todo. Pero Descartes encuentra una proposición indudable: “Pienso, luego existo”. Si la analizamos, encontraremos que esta proposición es verdadera y además:
    • Su verdad no depende de estar despiertos o dormidos: dormido sigo pensando, aunque todo lo que piense sea una ilusión, yo existo.
    • Su verdad se mantiene incluso si mi mente está controlada: hipnotizado, sigo pensando, y aunque todo lo que piense pueda ser falso, es verdad que yo existo.

¿Cómo ha encontrado Descartes esta verdad?

  • No haciendo uso de sus sentidos.
  • No haciendo cálculos o razonamientos.
  • Es una intuición. Es una verdad que ha encontrado entre sus pensamientos y que no necesita de más razones para afirmar que simplemente entenderla: cualquiera que entienda el enunciado “Pienso, luego existo” estará inmediatamente de acuerdo en que es verdad sin que haga falta darle más razones.

En conclusión, Descartes afirma que sólo por medio de la razón se alcanza el auténtico conocimiento, y ha encontrado una verdad que resiste cualquier tipo de dudas y que muestra el camino a seguir de ahí en adelante.

Los seguidores de Descartes consideran que todo el conocimiento científico es el resultado de tener unas intuiciones de partida y luego aplicar sobre ellas demostraciones cuidadosamente para alcanzar nuevos conocimientos. En el avance de las ciencias los sentidos no tienen un papel relevante.

Sin embargo, la exigencia cartesiana de aceptar solamente verdades indudables que superen los argumentos del sueño y del genio maligno, o verdades derivadas de esas mediante demostraciones rigurosas, reduce tanto el número de verdades alcanzables que sin alguna ayuda exterior (Descartes propone que Dios nos ayude en esta tarea) apenas ningún conocimiento es alcanzable.

EMPIRISMO

El empirismo es la teoría filosófica que afirma que todo nuestro conocimiento procede de la experiencia. El razonamiento, las demostraciones y los cálculos también intervienen en la adquisición del conocimiento, pero son secundarios con respecto a la experiencia que resulta de variadas y repetidas informaciones proporcionadas por los sentidos.

David Hume ha sido uno de los más influyentes filósofos empiristas. Uno de los puntos de partida de su filosofía es la distinción entre juicios analíticos (que Hume llamaba “verdades de razón”) y sintéticos (que él llamaba “cuestiones de hecho”):

  • Los juicios analíticos ciertamente se conocen sin necesidad de experiencia, pero por sí solos no aportan información. Justamente porque no dependen de la experiencia, son compatibles con cualquier situación o bien son triviales:
    • “O es de día o es de noche” es un juicio analítico que es verdadero las veinticuatro horas del día.
    • “La palabra ‘martes’ tiene cinco letras” es un juicio analítico falso trivial.
    • “4 es par” es un juicio analítico: a partir de la definición de “par” y del concepto del número cuatro, podemos afirmar que cuatro es par sin recurrir a la experiencia.
  • Los juicios sintéticos sí aportan información. Conocer su verdad o falsedad añade un conocimiento que antes no teníamos. ¿Cómo obtenemos este nuevo conocimiento?
    • La verdad “La densidad de la madera es sólo el 90% respecto a la del agua” se alcanza haciendo observaciones, experimentos y haciendo algún cálculo. Los cálculos por sí solos no bastan, necesitan unos datos sobre los que operar. Si nos preguntamos por el origen de esos datos, antes o después llegaremos a información aportada por los sentidos: nosotros mismos o alguien en quien nosotros confiamos ha visto, ha tocado algo concreto que le permite llegar a conocer que esa proposición es verdadera.
    • La verdad “Este trozo de madera flota en la bañera” es una cuestión de hecho simple. No son necesarios cálculos ni complejos experimentos, basta abrir los ojos y ver la madera flotar. Estos hechos básicos, repetidos, comparados, relacionados, forman la experiencia que es la base de las ciencias.
  • Si todo juicio que aporta información proviene de la experiencia, aparece un problema, el llamado problema de la inducción:
    • Consideremos el juicio “Los hombres somos mortales”. ¿Podemos decir que conocemos que es verdadero? Para poder conocerlo, debemos tener razones suficientes para convencernos y convencer a los demás. ¿Qué razones son esas? ¿De dónde provienen?
    • Según el empirismo, esas razones han de venir de la experiencia: hemos visto nosotros mismos morir a otros hombres y no sabemos de nadie que haya vivido doscientos años. ¿Son estas razones suficientes?
    • La experiencia sólo nos proporciona datos concretos, de personas individuales. De muchas personas, pero nunca de todas. ¿Estamos seguros de que no vive entre nosotros alguien que es inmortal? Quizá hay personas inmortales que, si no sufriesen nunca un accidente (una muerte violenta) no morirían nunca de muerte natural. Serían inmortales, aunque no indestructibles. ¿Podemos rechazar esta posibilidad apoyados únicamente en nuestras experiencias?
    • Si no tenemos datos suficientes, entonces no podemos afirmar que sabemos que “Todos los hombres son mortales”. Podemos creerlo firmemente, pero no saberlo.
    • En general, el problema de la inducción consiste en esto: no podemos conocer la verdad de los juicios universales, juicios que hablen de un conjunto que no podemos abarcar.

El empirismo explica bien cómo podemos llegar a conocer juicios sintéticos particulares. Podemos conocer la verdad o la falsedad de la proposición “Mi reloj se ha parado” simplemente mirando mi reloj.

Sin embargo, el empirismo de Hume niega que podamos llegar a conocer la verdad de los juicios sintéticos universales como son las leyes científicas. Es decir no es posible demostrar empíricamente un juicio sintético universal. No podemos saber que el juicio “Todas las masas se atraen” es verdadero por muchos casos concretos que verifiquemos; siempre quedará un número infinito de casos pendientes de verificar.

¿TIENE LÍMITES NUESTRO CONOCIMIENTO?

Los razonamientos de Descartes, el problema de la inducción de Hume y las posturas escépticas sobre la verdad nos plantean dudas sobre si es posible alcanzar el conocimiento en todos los casos o quizá ni siquiera en ninguno. Hablamos de escepticismo, en general, para agrupar todas las ideas que plantean límites al conocimiento, que nos hacen dudar de que el conocimiento (en todo o en parte) pueda lograrse. Podemos así hablar de un cierto escepticismo cuando dudamos de la mente humana llegue a conocer todos los detalles del universo. Las dos variantes más significativas de escepticismo son el escepticismo radical y el metodológico.

Escepticismo radical

El escepticismo radical niega que sea posible en absoluto el conocimiento. Esta tesis radical la han defendido algunos filósofos con diversas razones:

  • Nuestros sentidos son falibles, no podemos confiar en ellos y las sensaciones que producen varían de persona a persona y de un momento a otro. Por tanto, los sentidos no pueden ser una base firme para el conocimiento.
  • Nuestra razón comete errores y ante cualquier razón o razonamiento acaso podamos encontrar otra razón contraria.
  • El conocimiento se expresa mediante el lenguaje, pero éste es ambiguo y cambiante. De forma que aunque fuese posible alcanzar conocimiento seguro, no podríamos comunicarlo a otras personas.
  • Las tradiciones, los prejuicios y los intereses hacen imposible la objetividad, y por tanto, una vez más, no es posible el conocimiento firme.

En conclusión, el escepticismo radical sólo admite que tenemos creencias más o menos firmes, pero que debemos tener siempre presente que esas creencias son cambiantes y subjetivas. Pero ni el racionalismo ni el empirismo son radicalmente escépticos, ambos sostienen que el conocimiento es posible si bien desde distintos puntos de partida y con distintas limitaciones.

Escepticismo metodológico

Como su nombre indica, el escepticismo metodológico es parte de un método, es parte del método científico y más en general, es parte del pensamiento racional. Debemos partir de aceptar nuestra ignorancia, evitar los prejuicios, las tradiciones y los intereses que puedan interferir en el proceso del conocimiento. Es un error iniciar una investigación asumiendo que se sabe algo si no se tienen razones suficientes para afirmarlo. Sólo cuando llegamos a tener razones suficientes podemos abandonar este escepticismo inicial y reemplazarlo por conocimiento.

Por tanto, el escepticismo metodológico propone como punto de partida la duda. Pero a diferencia del escepticismo radical, aunque la duda sea el punto de partida, no rechaza que pueda alcanzarse el conocimiento al final del camino.https://www.youtube.com/embed/PqjdRAERWLc

La verdad como problema

¿Qué es la verdad? Cuando decimos que una proposición es verdadera, ¿qué queremos decir? ¿Y cuando es falsa? Los filósofos han dado varias respuestas a esta pregunta:

  • La verdad es la correspondencia entre lo que significan las palabras y lo que sucede en el mundo. Cuando en el mundo pasa lo que las palabras significan, entonces el enunciado es verdadero. Cuando no pasa, el enunciado es falso. Por ejemplo:
    • “Tengo un euro en mibolsillo” es verdadero si efectivamente pasa que tengo un euro en mi bolsillo.
    • “Los gatos son mansos” es falso si efectivamente pasa que al menos hay un gato que no es manso.

Entender la verdad como una correspondencia, como el “ajuste” o el “desajuste” entre significados y cosas del mundo es la respuesta más antigua y más cercana al sentido común: decir la verdad es decir lo que pasa, lo que ha pasado o pasará. Aunque entender así la verdad nos explica bien muchos casos, esta definición no siempre es satisfactoria porque no está claro con qué hechos del mundo hay que comparar. Por ello se han propuesto otras maneras de entender la verdad:

  • La verdad es la coherencia entre un juicio y otros juicios previos ya considerados verdaderos. Admitimos como verdadero aquello que “encaja” con otros juicios que ya consideramos verdaderos. Y viceversa: rechazamos como falso aquello que “choca” con el conjunto de verdades que ya tenemos. Por ejemplo:
    • “Este año acaba un martes” es falso porque no encaja, no es coherente con todo lo que consideramos verdadero sobre los días, las semanas, etc.
    • “13 es un número primo” es verdadero porque encaja, es coherente con todas las verdades que sabemos sobre números.
  • La verdad es el consenso, el acuerdo entre todas las personas interesadas. La verdad es el resultado de un proceso histórico, de la tradición y el intercambio de ideas. Y al revés, lo falso es aquello que va contra los acuerdos, la tradición, etc.
    • “El sábado sigue al viernes” es verdadero porque hemos acordado nombrar los días así y es ya una tradición.
    • “Dos tarjetas amarillas equivalen a una roja” es verdadero porque esas son las reglas del fútbol.
  • La verdad es utilidad de lo que afirmamos para vivir mejor, para triunfar y progresar. Queda como verdadero lo que sirve, queda descartado como falso aquello que se ha probado inútil o perjudicial. Por ejemplo:
    • “Colón descubrió América” es verdadero para los europeos porque nos presenta como conquistadores y superiores a los pobladores anteriores al descubrimiento.
    • “La esperanza es lo último que se pierde” es verdadero porque nos ayuda a superar las dificultades.
  • La verdad es el “desvelamiento” de algo inicialmente oculto, de aquello que está “detrás” de las apariencias, de lo que está a la vista de todos. Mediante la intuición, o acaso la iluminación, logramos “levantar el velo” de las apariencias y alcanzar una verdad profunda que ha permanecido escondida. Esta concepción de la verdad puede ser apropiada para entender el valor del arte como medio de adquirir conocimiento.

Las distintas maneras de entender la verdad ponen de relieve una diferencia fundamental entre la primera y las otras tres maneras:

  • Absolutismo. El absolutismo sobre la verdad defiende que el valor de verdad de un juicio es independiente de quien lo conoce. Algo es verdadero o falso sin que pueda cambiar según quien lo diga. Este punto de vista es compatible con entender la verdad como correspondencia entre lo significado y el mundo: las cosas son como son y lo diga quien lo diga.
  • Relativismo. El relativismo sobre la verdad admite que una misma proposición puede tener distinto valor de verdad según quien la diga, donde y cuando se diga. Otras maneras de entender la verdad dejan abierta la puerta a cierto grado de relativismo:
    • La coherencia depende de resto de afirmaciones que aceptemos. Si cambiamos algunas de estas, la coherencia puede volverse incoherencia.
    • Los acuerdos pueden modificarse y las tradiciones cambiar.
    • Lo que para unos es útil para otros puede ser inútil. La utilidad puede también cambiar con el tiempo.

¿CONOCEMOS LA REALIDAD?

¿Es posible conocer la realidad, o al menos una parte de ella? Dado que nuestras teorías científicas:

  • nunca pueden ser completamente verificadas y que además
  • distintas teorías científicas sobre un mismo tema se suceden en el tiempo

Cabe pensar que nunca llegaremos a conocer la realidad, sino solamente aproximarnos a ella o quizá ni siquiera eso. Es posible que existan afirmaciones de las que nunca podamos estar seguros (tener certeza) de que sean verdaderas o falsas.

REALISMO

El realismo es la tesis metafísica que afirma que existen realidades independientes de nuestras mentes; que con independencia de nuestras sensaciones, imaginaciones, deseos y demás realidades mentales, existen también realidades objetivas. Además, el realismo es una tesis epistemológica que afirma que nosotros podemos conocerlas.

¿Cómo razonar (incluso demostrar) que existen realidades objetivas?

  • Ingenuamente, apelando a nuestros sentidos.
  • Científicamente, apelando a nuestra razón: a los experimentos y teorías científicas.

Realismo ingenuo

Dentro de la tesis general del realismo, el llamado “realismo ingenuo” afirma que son realidades objetivas todas aquellas que nos aparecen como tales a nuestros sentidos. Es decir, si a mis ojos los colores se me aparecen “ahí fuera”, los colores son realidades objetivas. Otro modo de formularlo es: nuestros sentidos son una fuente plenamente fiable de lo que existe objetivamente.

Una seria crítica al realismo ingenuo son las ilusiones sensoriales: situaciones que con nuestros sentidos juzgamos de un modo y que luego, con esos mismos sentidos o después de algunas razones, juzgamos de otro modo.

Otra dificultad del realismo ingenuo es la subjetividad de algunas de nuestras sensaciones:

  • Distintas personas pueden juzgar un mismo objeto como pesado o ligero, frío o caliente, verde o azul, basándose cada uno de ellos en las sensaciones táctiles, térmicas o visuales que cada uno tenga.
  • Una misma persona en distintos momentos puede juzgar un mismo objeto de distinta forma pues sus sensaciones pueden variar.
  • Por último, una tercera dificultad es la discrepancia que una misma persona encuentra entre las sensaciones que recibe por sus distintos sentidos.

Rechazo del realismo ingenuo

  • Nuestro sentido de la vista nos informa de que el lápiz está doblado.
  • Nuestro sentido del tacto nos informa de que el lápiz está recto.
  • ¿A cuál de los dos sentidos debemos dar crédito?
  • Este sencillo ejemplo nos hace rechazar la postura ingenua que afirma: “todo lo que veo es real”.
  • Busca otros ejemplos de fenómenos que nos parecen reales según nuestros sentidos pero que la ciencia considera apariencias.

Realismo científico o crítico

Las ilusiones ópticas, la subjetividad de las distintas personas y las discrepancias entre nuestros propios sentidos hacen necesario descartar al realismo ingenuo: nuestros sentidos no son siempre el juez último acerca de lo que existe en la realidad objetiva. En casos como esos, es nuestra razón y no nuestros sentidos la que decide qué existe objetivamente y qué por el contrario es una ilusión, algo subjetivo o una mera apariencia. Más exactamente, la razón empleando los métodos científicos es la juez a la que acudimos para resolver la pregunta sobre qué es objetivamente real y que no lo es.

El realismo científico es la postura metafísica que afirma que lo que es objetivamente real es lo que nuestro conocimiento científico nos dice que es real. Aplicando el realismo científico podemos afirmar que:

  • Los átomos existen objetivamente aunque nuestros sentidos no los detecten.
  • Las ilusiones ópticas no son objetivamente reales sino que sólo son subjetivamente reales.
  • El calor y el frío son sensaciones subjetivas, y lo que existe objetivamente es el movimiento de los átomos.

Cuando estudiamos las propiedades o características de los objetos (realidades objetivas), el realismo científico distingue entre:

  • Propiedades primarias. Características que existen objetivamente en la realidad independiente a nuestra mente.
  • Propiedades secundarias. Características que no existen objetivamente en la realidad; sólo existen en nuestras mentes.

Habitualmente nuestros sentidos y nuestro conocimiento científico coinciden en afirmar la existencia objetiva de las mismas realidades:

  • Tengo gripe objetivamente porque lo noto (sensaciones subjetivas) y porque la medicina lo dice.
  • La ventana se ha abierto porque la veo (sensación visual no ilusoria) y porque un sensor de movimiento lo detecta.

Pero cuando hay discrepancias entre ambos, el realista científico afirma que la ciencia tiene la última palabra. Pero si la ciencia tiene la última palabra, el método con el que la ciencia funciona nos obliga a aceptar que la realidad objetiva puede cambiar: algo que hoy es real mañana puede no serlo si nuevas observaciones, experimentos, cálculos o teorías así lo dicen. Qué es real y qué sólo parece real es algo que vamos descubriendo y sobre lo que quizá nunca lleguemos a tener un conocimiento completo.

La ciencia es siempre revisable, lo cual no quiere decir que nuestras teorías tengan que revisarse o que vayan a revisarse en algún momento del futuro. Algunas teorías actuales quizá se mantengan mucho tiempo o incluso indefinidamente. Pero es siempre posible que nuestras creencias científicas sean cambiadas, y con ello cambie también lo que consideramos objetivamente real.

IDEALISMO

El idealismo es la tesis metafísica que afirma que la realidad material es secundaria, explicable a partir de una realidad no material, de una realidad ideal. Las ideas son superiores a la materia. ¿Pero qué son las ideas? Dependiendo del tipo de idealismo, la respuesta a esta pregunta es diferente.

Idealismo objetivo

La variante del idealismo denominada idealismo objetivo no se opone al realismo en general, sino solamente a un tipo de realismo, al realismo materialista. El idealismo objetivo afirma que:

  • Existen unas realidades objetivas (es decir, independientes de la mente) pero estas realidades no son materiales sino ideales, son Ideas o Formas.
  • Al no ser materiales, estas Ideas o Formas no pueden percibirse por los sentidos.
  • Al no ser materiales, no están en el espacio ni en el tiempo y por tanto no cambian, son inmutables.
  • La única manera de detectar su existencia y conocerlas es mediante la mente, mediante la inteligencia.
  • Las realidades materiales son una copia imperfecta de las Formas, son realidades “de segunda” que se explican y deben su existencia a las Formas.

El primer filósofo que defendió el idealismo objetivo fue Platón.

Idealismo subjetivo

La variante subjetiva del idealismo es muy diferente a la objetiva y es opuesta al realismo, pues como indica en su nombre, esta teoría afirma que:

  • No existen realidades objetivas, sólo existen realidades subjetivas: sensaciones, percepciones, creencias.
  • No tenemos ninguna prueba de que nuestras sensaciones se correspondan con realidades externas, objetivas.
  • Todo lo que existe sólo existe como una realidad mental o al menos la mente es la única forma de llegar a saber de su existencia.

George Berkeley fue el filósofo que defendió más claramente el idealismo subjetivo.

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